Opinion | 01 Sep Desde hace décadas se manifiesta una sostenida caída en el nivel de la enseñanza en nuestro país, un aspecto que es particularmente crítico en el caso de Secundaria, desde que no solo se ha degradado en calidad, sino que tampoco el perfil académico ha evolucionado de acuerdo a las necesidades del país y sobre todo de los jóvenes que deben capacitarse para ingresar al mercado laboral.
Desde el fondo de los tiempos nuestra enseñanza ha tenido un perfil conocido como del tipo francés, según la calificación de los entendidos, es decir una concepción general sobre una diversidad de temas que es en esencia una abstracción que cuesta a la vez traducir a la práctica por el estudiante, que sale sabiendo un poco de todo, en caso de ser aplicado, naturalmente, pero que no ofrece un campo laboral concreto para el estudiante.
Un reciente informe del Banco Mundial que recoge el diario El País sobre la eficacia del régimen educativo en el Uruguay, indica que los aprendizajes de casi la mitad de los alumnos uruguayos son insuficientes para entrar en el mercado de trabajo y que el principal motivo “tiene que ver con la ineficiencia del sistema educativo”.
Esta conclusión es fruto de la comparación de los resultados de las pruebas PISA entre Uruguay, Chile, España y Polonia, por las que se establecen los rendimientos de alumnos de quince años en determinadas áreas de conocimiento y las herramientas que adquieren para integrarse exitosamente a la sociedad.
El punto es que no solo hay un manifiesto déficit en lo que respecta al aprendizaje, a lo que se agregan altas tasas de deserción, sino que además --en el mejor de los casos-- los buenos estudiantes tampoco logran un cúmulo de conocimientos teórico-prácticos que los capaciten para ser absorbidos por el mercado laboral, lo que agrega una frustración más a los egresados.
Este aspecto es menos acusado en las escuelas técnicas, pero ello da la pauta de que no solo se trata de acumular conocimientos, sino que éstos respondan a un objetivo práctico y no a una abstracción para situar a los jóvenes de cara al mundo del trabajo real y no en utopías que los descolocan y les generan más problemas para su inserción.