Paysandú, Lunes 06 de Septiembre de 2010
Opinion | 03 Sep De acuerdo a un estudio elaborado por profesionales egresados de la Facultad de Ciencias Sociales --la licenciada en antropología social y cultural Julieta Bengoechea y el licenciado en ciencias políticas Martín Koolhas--, hay perfiles migratorios en nuestro país perfectamente diferenciados desde el punto de vista geográfico, de género y por grupo etario, la mayoría de las veces con el común denominador de la búsqueda de una mejora económica, laboral o educativa hacia las grandes urbes.
No estamos ante una revelación o siquiera un dato nuevo, sino ante un proceso que se viene dando desde hace décadas en nuestro país, por una serie de factores coadyuvantes, pero en general con la constante de apuntar a una mejor calidad de vida y servicios a los que no siempre se tiene acceso en el lugar de origen.
De acuerdo a lo señalado por los citados profesionales al suplemento “Economía y Mercado”, del diario El País, los estudios realizados por el equipo de investigación multidisciplinario del Área de Migraciones del Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República indican que los más inclinados a emigrar tanto en lo interno como en lo internacional son las personas jóvenes, en edad de culminar sus estudios y de participar económicamente del trabajo, con mayor intensidad entre los 25 y los 29 años.
Ello se vincula indudablemente a decisiones y eventos como la formación de un hogar, de una pareja, tener hijos, la salida del sistema educativo y el ingreso al mercado laboral, lo que se une a las inquietudes y ansiedad propias de la edad.
En nuestro país el proceso migratorio que se ha sostenido más en el tiempo es de las familias de áreas rurales hacia centros urbanos y capitales departamentales, así como del Interior hacia Montevideo, pero en estos casos se da una serie de circunstancias que conllevan a un comportamiento similar de la población.
De acuerdo a lo que señalan los técnicos del Área de Migraciones a “Economía y Mercado”, los jóvenes son más propensos a migrar desde el interior del país hacia la capital, lo cual está estrechamente vinculado a la concentración de oferta educativa, principalmente de la educación universitaria, en Montevideo, mientras que los muchachos de las áreas rurales tienden a emigrar hacia las capitales departamentales, en tanto paradójicamente, en otras edades, Montevideo es expulsor de población, con San José, Canelones y Maldonado como los departamentos que reciben esta corriente.
Pero en cambio, en lo que refiere al retorno de los migrantes de toda edad a sus lugares de origen, se da que es más significativo el retorno desde el Interior hacia Montevideo por las personas nacidas en la capital que el flujo de personas del Interior que se fueron a Montevideo y luego regresan a su departamento de origen.
De lo que no hay ninguna duda es de que en este esquema migratorio interno se convalida un vaciamiento del Interior profundo en un proceso que sigue manifestándose como irreversible, y que incluso ha tenido períodos en que se ha acentuado, sobre todo cuando la economía agropecuaria se ha resentido en situaciones coyunturales, pero siempre con determinado piso que indica que inexorablemente cada año cientos de familias abandonan las áreas rurales en procura de acceder a mejores condiciones de vida.
Y en conocimiento del origen del problema, es decir el desnivel en la calidad de vida y en cuanto al acceso a oportunidades laborales y dedicativas, salta a la vista que la reversión de este proceso solo puede lograrse en parte, corrigiendo los factores distorsionantes, que indudablemente surgen de la centralización de ofertas en los centros urbanos, fundamentalmente en Montevideo, en tanto solo en contados lugares de las áreas rurales los jóvenes tienen acceso –siempre muy limitado-- a oportunidades que sin embargo suelen ser moneda corriente en la capital.
Uno de los elementos precisamente de mayor incidencia refiere a la educación terciaria, desde que pese a muy magros avances en la descentralización universitaria, es indudable que Montevideo sigue concentrando la enorme mayoría de la oferta educativa universitaria, a la vez de contar con ámbitos de formación y capacitación post universitaria y en otras áreas que obran como cerco para que el estudiante proveniente del Interior opte finalmente por ejercer su tarea profesional o carrera laboral en la capital. Ello da la pauta de que las respuestas al vaciamiento del Uruguay profundo y a la emigración hacia Montevideo radican en promover políticas de descentralización que dejen de lado los papeles y los enunciados de ocasión, para trabajar decididamente en mecanismos que generan en el Interior las oportunidades que hasta ahora han brillado por su ausencia.
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