Opinion | 05 Sep La Asamblea Ambiental de Gualeguaychú realizará hoy cortes “intermitentes” a los que ahora llaman “caravanas”, para reclamar la relocalización de la empresa UPM, ex Botnia, que produce pasta de celulosa en Fray Bentos. Esta nueva etapa de las manifestaciones se produce tres días después que Argentina y Uruguay dejaran instalado en el seno de la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) el denominado Comité Científico Binacional, que será el encargado de realizar el monitoreo del río Uruguay y cuyo primer trabajo --que deberá estar finalizado en 60 días-- consiste en controles a la fábrica de celulosa y de la desembocadura del río Gualeguaychú. La posición de los activistas entrerrianos no solo molestó en el gobierno uruguayo, sino que también irritó al canciller argentino, Héctor Timerman, quien sostuvo que “hay gente que una vez que se monta en la protesta, no puede salir. Su vida se transforma por la protesta y se convierten en protestadores constantes”. El canciller lamentó los cortes de dos horas y reiteró que el citado Comité trabajará “sin ningún tipo de instrucción” de parte de los gobiernos y elaborará un plan que será “total y absolutamente a favor del medio ambiente y la vida humana”. Timerman no dejó pasar la oportunidad de señalar que la mayoría de los vecinos de Gualeguaychú está de acuerdo con el plan trazado, que incluye el ingreso a UPM “para ver in situ la situación y establecer los instrumentos y la información que necesitan”. Si en algún momento el reclamo de los activistas entrerrianos fue de controles al río y a la fábrica, debería ahora acallarse, puesto que por primera vez Argentina tendrá la posibilidad real de ingresar a este ingenio industrial para controlarlo. Sin embargo, parecería que a esta altura los “iluminados” de la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú ya no saben lo que quieren y lo último que pidieron es un monitoreo constante a la planta y su transmisión en forma simultánea a un lugar público de su ciudad. Este tipo de peticiones no son más que la búsqueda empecinada de pedir algo que de antemano se sabe que será negado por inconducente, una excusa para seguir el “pataleo”, algo que a esta altura no llama la atención de nadie. Razón tiene el canciller del vecino país cuando dice que los activistas han quedado atrapados en una protesta ya sin sentido. Por eso mismo, su decisión de volver a cortar la ruta sí debería ser muy tenida en cuenta por las autoridades argentinas, a efectos de impedir un nuevo atropello, lo que sería una señal pésima en un momento en que las cosas comienzan a encauzarse.