Paysandú, Domingo 12 de Septiembre de 2010

Ventajas comparativas que deben aprovecharse

Opinion | 10 Sep Si bien han tenido un proceso de expansión en los últimos años, las plantaciones de olivos en nuestro país se concentran todavía en áreas muy menores si se tiene en cuenta que hay disponibilidad de suelos aptos, que no resultan útiles para otras explotaciones, pero que sin embargo se sitúan por ahora en no más de seis mil hectáreas, distribuidas en siete departamentos, entre los cuales el norte de Paysandú.
En la última década el sector ha tenido un empuje pero ha partido de valores muy bajos, lo que explica que pese a las ventajas comparativas para la producción de la oleaginosa, todavía estemos en el Uruguay muy por debajo del potencial del país en un sector en el que existe un mercado mundial muy receptivo, y con valores muy auspiciosos para los productores.
Por lo pronto, Uruguay se encuentra ubicado entre los paralelos 30º y 35º, una latitud semejante a la de la cuenca del Mediterráneo, que es la principal zona de producción de olivos a nivel mundial, y a la vez dispone de cientos de miles de hectáreas de suelos arenosos y pedregosos, con buen drenaje, de baja productividad para la ganadería y no aptos para la agricultura, pero que son indicados para el olivo.
Encima, los costos de la tierra y de la manutención son relativamente bajos comparados con los valores internacionales en áreas de producción con condiciones similares.
Asimismo, el agua es un factor crítico en el desarrollo de la planta y en nuestro país, con una disponibilidad promedio de 1.200 milímetros anuales nos encontramos con que la especie tiene con seguridad una velocidad de crecimiento mayor a la de la cuenca mediterránea, sin tener en cuenta el riego.
La inversión requerida por hectárea para la implantación de olivos es de 3.500 dólares, un valor relativamente accesible en relación con otros emprendimientos, aunque naturalmente no con la misma expectativa en cuanto a rendimiento en los primeros años de implantación a efectos de tener un retorno de la inversión a breve plazo.
Otras ventajas radican en que el manejo del olivo requiere una preparación mínima del suelo, control de malezas, podas y de mantenimiento, lo que facilita en teoría la incorporación del olivo a las actividades agropecuarias, pero con la salvedad de que se tropieza con falta de conocimiento del tema por las poblaciones locales, que son la potencial mano de obra de los cultivos. Paralelamente, existen ventajas comparativas respecto a los países europeos por los bajos costos de recolección de las aceitunas, así como en mano de obra de laboreo y mantenimiento.
Es decir que hay demasiadas ventajas comparativas en juego en nuestro país como para tomar el tema a la ligera, desde que incluso hay un mercado interno deficitario en abastecimiento para el aceite de oliva, y es posible volcar toda la producción a este destino si fuera posible, aunque hay mejores precios en el mercado exterior.
Con un horizonte promisorio, teniendo en cuenta la receptividad de los mercados, no hay dudas de que el nudo gordiano para incrementar sustancialmente la implantación de olivos y almazaras (plantas de extracción de aceite) radica en el retorno a largo plazo de la inversión inicial, lo que indica que pese a la ecuación favorable, es preciso contar con estímulos adicionales para potenciar el sector, cuya expansión es sin dudas de interés para el Uruguay y que está en condiciones de integrarse a una por suerte creciente lista de explotaciones no tradicionales que van cobrando fuerza en nuestro comercio exterior.
Es cierto, aún con rotación de partidos en el gobierno, nuestro país ofrece estabilidad político-económica y una política de respeto a las inversiones, con 27 acuerdos internacionales para su protección, lo que asegura que no haya cambios significativos en las reglas de juego para las inversiones.
Sin embargo, con un horizonte promisorio en el largo plazo para la explotación de los olivares, hace falta todavía el estímulo diferencial para la captación de grandes inversiones en el sector, que capitalicen las ventajas que mencionábamos, como se hizo en su momento con la forestación, al punto de a través de una ley en pocos años pasamos de ser un país sin árboles a tener más de 700.000 hectáreas forestadas, al poner en práctica la que ha sido seguramente la primera política de Estado en el país, con excelentes resultados.


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