Paysandú, Domingo 12 de Septiembre de 2010
Opinion | 12 Sep Un artículo del semanario británico “The Economist” se ocupa de la situación de América Latina y paradójicamente, al contrario de lo que ha sido la constante en publicaciones especializadas de los países desarrollados, sus reflexiones apuntan a poner al subcontinente como un ejemplo de sentido común ante un mundo, sobre todo naciones europeas y Estados Unidos, que durante muchos años han actuado desaprensivamente, gastando alegremente por encima de sus posibilidades hasta que la burbuja cayó y explotó por su propio peso.
La publicación señala que América Latina “ya no es el patio trasero de nadie”, haciendo referencia al término tan en boga para referirse a la dependencia histórica de Estados Unidos, y da cuenta de que hay una “ascensión” o “renacimiento” de esta región en coincidencia con los bicentenarios de los inicios de la lucha por la independencia.
La mención de The Economist incorpora en su análisis elementos de índole económica y política, haciendo hincapié en que la región creció a una tasa de 5,5 por ciento desde 2003 a 2008 y que para este año tiene en perspectiva un crecimiento promedio del 5 por ciento, lo que no es poca cosa teniendo en cuenta el contexto internacional que se ha generado a partir de la crisis financiera que se precipitó en 2008.
Asimismo, considera el semanario que el renacimiento económico del subcontinente se caracteriza por la salida de la pobreza de decenas de millones de personas, una caída en las tasas de desempleo y paralelamente se ha detectado un creciente interés de las multinacionales y de China e India para invertir en la región, particularmente por sus enormes recursos naturales.
Otro elemento que trae a colación el analista refiere a que pese a esta mejora en el escenario regional, existe el riesgo de caer “en la autocomplacencia”, a la vez de advertir que la productividad latinoamericana “crece más despacio que en cualquier otro lugar” y que la región no ahorra ni invierte lo suficiente, en tanto debería hacer esfuerzos para educar e innovar más, así como para mejorar el sistema sanitario.
El análisis del proceso latinoamericano que efectúa el semanario es sin dudas un indicativo de que ha cambiado la visión negativa que se tenía en el mundo desarrollado de un subcontinente que siempre fue tenido en menos, cuyo prototipo de referencia era el de las repúblicas bananeras en las que era posible invertir para depredar y obtener ganancias fáciles sin que nadie dijera nada, una tierra de revoluciones que prometían un mundo nuevo pero que al final desembocaba simplemente en un cambio de manos en la corrupción para que el pueblo siguiera sojuzgado y sumido en la pobreza.
En momentos de crisis en el mundo desarrollado, no puede resultar extraño que el crecimiento sostenido de un subcontinente eternamente postergado llame la atención, sobre todo porque desde siempre el Primer Mundo nos ha enviado e impuesto recetas económicas en forma directa o a través de los organismos internacionales, que en realidad han reafirmado la vigencia de una economía flechada en el que los países poderosos han dictado las reglas del comercio internacional y fijado los valores y condiciones para obtener materias primas a bajo precio y vendernos al mayor valor posible los productos terminados.
Pero claro, todo debe manejarse dentro de la relatividad de los términos, desde que no es lo mismo crecer a un cinco por ciento anual en economías pujantes que en las del Tercer Mundo, donde se parte de pisos muy bajos y porque además, con o sin mejora en el intercambio económico, existe una marcada vulnerabilidad a las medidas proteccionistas de las naciones poderosas, aunque hasta ahora, pese a la crisis, han resistido a la tentación de utilizar mecanismos de este tipo para tratar de mitigar los efectos del trance económico.
Lo que indica que estamos mejor, y porque además desde el punto de vista político nos hemos sacado de encima feroces dictaduras, aunque subsiste todavía la cubana, una de las más viejas del mundo pero ya en agonía, y contamos con determinados mandatarios elegidos democráticamente pero que hacen gala de claros desbordes autoritarios.
Así y todo, pese a las carencias y a las asimetrías, hay menos pobreza que en décadas anteriores, y no deja de ser alentador que se mantenga el crecimiento pese al marco adverso internacional.
Pero debemos tener en cuenta que contando con grandes recursos naturales de la región, seguimos fundamentalmente exportando al mundo materia prima sin procesar, y que ello conlleva generar trabajo en países que no solo consumen los bienes que producen con los productos primarios, sino que los reexportan hacia estas latitudes con valor agregado, en una relación comercial asimétrica donde la transferencia de tecnología es escasa y por ende se mantiene una brecha muy difícil de absorber, pese a que en esta instancia el vaivén de las coyunturas económicas nos ha puesto más a tiro del Primer Mundo.
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