Paysandú, Lunes 13 de Septiembre de 2010
Opinion | 09 Sep Superado el corte que mantenían en forma permanente los ambientalistas de Gualeguaychú, los uruguayos y argentinos felizmente nos encontramos hoy transitando una nueva etapa en la cual la confrontación dio paso a la integración regional, buscando en conjunto soluciones a problemas comunes y el desarrollo social y económico de las poblaciones litoraleñas. En este sentido el Centro Comercial e Industrial de Paysandú dio un paso trascendente el pasado 28 de agosto, al volver a convocar a sus pares de Argentina y Brasil en el VIII Encuentro de Centros Comerciales del Río Uruguay, luego de varios años en que no se realizó debido al diferendo fronterizo.
Allí se analizaron varios temas de vital importancia para las poblaciones limítrofes, como la situación de los pasos de frontera y el turismo regional. Sin embargo, precisamente sobre estos aspectos existen opiniones contrapuestas de cómo deben funcionar las cosas para que lo que se obtenga como beneficio por un lado no termine produciendo un daño mayor por otro, lo que es atendible especialmente desde el punto de vista sanducero, que históricamente ha visto esfumarse el salario de los trabajadores de este lado del río en compras en la otra orilla. Así planteado, es de suponer que cuanto más incómodo y demorado esté el cruce del puente General Artigas más beneficioso será para Paysandú, aunque al mismo tiempo se pretenda captar turistas de Entre Ríos para potenciar el turismo local.
De hecho, lo que logramos con esta postura es que Paysandú pierda doblemente, puesto que los sanduceros siguen yendo a comprar a Colón mientras los turistas se quedan cómodamente instalados en aquella ciudad, evitándose así un dolor de cabeza en el paso de fronteras. Pero los problemas que afectan al turismo regional, al menos el que podemos aspirar a captar desde aquí, no pasan solo por las colas en el puente sino también por el factor económico, puesto que el peaje dispuesto por la Comisión Administradora del Río Uruguay resulta exorbitante para quien desea pasar apenas unas horas de visita en la margen opuesta del río.
Tanto es así que paga menos peaje un automovilista que viaja desde Buenos Aires hasta Colón que lo que tiene que abonar entre ida y vuelta para cruzar el puente. De esta forma este puente, que debería servir para potenciar nuestra oferta turística se constituye de hecho en un obstáculo que no vale la pena superar.
Quienes vivimos a menos de 50 kilómetros de la frontera tenemos en cambio la posibilidad de obtener una tarjeta regional que abarata el trámite a la mitad, lo que si bien nos facilita viajar a la margen opuesta, lo que más fomenta es el “bagayo”. Una solución más razonable que no nos perjudicaría en absoluto sería que la CARU adopte un sistema de cobro en función del tiempo de estadía, en el que quien se traslada por menos de 24 horas presentando el tique de ida no paga el retorno. Así es como se hace desde hace años en el puente y viaducto que une a Rosario, en la provincia de Santa Fe, y Victoria en Entre Ríos.
Por otra parte, habría que encontrar alguna solución definitiva a las interminables colas para cruzar. Durante el verano pasado quedó demostrado que si hay voluntad política, se puede. Pero lamentablemente los problemas volvieron a manifestarse en toda su magnitud apenas dejó de ser importante el puente General Artigas para los montevideanos, a los que solo les preocupan los turistas que van a Punta del Este o a la capital.
Una vez habilitado el paso de Fray Bentos, el de Paysandú pasó una vez más al olvido, por lo que sigue faltando personal de Migraciones y Aduanas para atender como corresponde a quienes se arriesguen a pasar por este puente. Estos son quizás los principales escollos a superar para lograr una verdadera integración turística, que sin dudas podría ser muy beneficiosa tanto para los argentinos como para nosotros.
Ellos ya tienen la masa de gente necesaria y un gran desarrollo en este sentido, al cual los sanduceros podemos aportar la infraestructura de una ciudad más grande y bien dotada, como puede ser un teatro de la categoría del Florencio Sánchez, un estadio cerrado con capacidad para 7 mil personas cómodamente sentadas, el Anfiteatro del Río Uruguay para espectáculos de gran convocatoria, un aeropuerto que podría funcionar para cabotaje de Colón, una muy prolija y amplia costanera y hasta un estadio de fútbol que, aunque está rengo, sigue siendo de los mejores de la región.
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