Paysandú, Lunes 13 de Septiembre de 2010
Opinion | 13 Sep “El Mercosur es un club de cancilleres”, sentenció el ministro de Relaciones Exteriores, Luis Almagro, en el inicio de un ciclo de conferencias de prensa en el que los secretarios de Estado del gobierno de José Mujica responden las inquietudes de los periodistas de todo el país, que pueden participar en distintas modalidades (presencial, Internet y mensaje de texto) consultándolos cada semana sobre temas específicos de las reparticiones que dirigen.
El pasado jueves, Almagro abordó temas referidos a la política exterior, las relaciones con Argentina y Brasil, la lucha antitabaco y la integración regional. Sobre este último aspecto, el canciller tiene una visión crítica y, en este sentido, señaló algunas de sus debilidades a pesar de destacar que la participación y permanencia del bloque es fundamental para Uruguay.
“Si vemos cómo es el proceso de integración ahora, es un club de cancilleres, un club de funcionarios diplomáticos que nos reunimos cada tanto para resolver temas de la agenda de los países”, dijo al señalar que un proceso de integración requiere “algo más amplio”, que involucre la participación de la gente y de otros actores políticos en la solución de los problemas del proceso de integración.
Pocas veces desde el centro mismo del gobierno se ha manifestado tan claramente algo que para la gente se cae de maduro: así las cosas no están funcionando bien y la tan mentada integración regional no ha alcanzado a serlo.
Sobran ejemplos sobre cómo las asimetrías existentes entre los países del bloque perjudican una y otra vez a los socios más chicos, la adopción de decisiones de algunos países que claramente perjudican a otros de la región en aspectos como el comercio y la circulación de bienes y servicios.
El reciente conflicto del cual están saliendo Uruguay y Argentina --que ha paralizado avances necesarios como mejoras en la navegabilidad del río Uruguay-- demostró también como una y otra vez hermanos mayores hicieron la vista gorda aún en las instancias institucionales del bloque cuando el tema ameritó algún tipo de intervención que ayudara a mejorar las cosas. Para quienes vivimos en la frontera, resulta claro que los puentes en lugar de unir separan y en lugar de facilitar la integración claramente la dificultan. Aquí en Paysandú las fuerzas políticas, el sector comercial y turístico y los propios ciudadanos reclaman la introducción de mejoras que haga que cruzar un puente no impliquen esperas de horas que desalientan el turismo, demoran el transporte o hacen que grupos de artistas y músicos que van a actuar de un lado a otro tengan problemas para pasar sus instrumentos.
Si bien es cierto que queremos más y mejor integración, tal como están las cosas pareciera que esto fuera simplemente un eslogan, una intención malograda en lugar de una realidad que aterrice en el día a día de la gente. Pero, para eso, el Mercosur necesita dejar de ser un club de cancilleres.
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