Paysandú, Domingo 19 de Septiembre de 2010

Aprender de los errores de Argentina

Opinion | 13 Sep Lo que con toda lógica nadie podía esperar que pudiera pasar, teniendo en cuenta las enormes diferencias de disponibilidad de vacunos y producción entre ambos países, ha ocurrido: Uruguay supera a la Argentina en volumen de exportación de carnes, aún cuando nuestros vecinos cuentan con por lo menos diez veces más cabezas de ganado que nosotros.
Este escenario no se presenta precisamente por una genialidad uruguaya, sino por políticas inapropiadas seguidas por los gobiernos de Néstor Kirchner y su sucesora, Cristina Fernández, respondiendo a una línea populista frente a una coyuntura bastante frecuente.
En el caso de Argentina, con una inflación ya desatada y que superaría el 20 por ciento anual, el Gobierno presidido por la familia Kirchner apeló al mismo recurso de siempre para contener la suba de precios: la restricción a las exportaciones, es decir transfiriendo a los empresarios del sector el costo del subsidio a los precios internos.
Ocurre que con el argumento de que los productores argentinos retenían ganado y que esto había provocado una disparada en el valor de la carne –en enero el alza fue del 40% y en febrero del 12,5%-, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, decidió ordenar el cierre total de las exportaciones. En los hechos, en los dos últimos meses el Gobierno ya venía entregando discretamente los Registros de Operaciones de Exportación (ROE), por lo que mediante el “racionamiento” de los mismos, sin los cuales nadie puede sacar un kilo de carne del país, pretendió satisfacer el mercado con cortes más baratos que el valor que obtienen los exportadores en el exterior.
Pese a esta “sabia” medida, la baja en los precios nunca llegó y ello repercutió negativamente en el consumo de carne, al punto que los argentinos pasaron de los 73 kilos per cápita anuales –uno de los más altos del mundo- a unos 59 kilos, siendo superado incluso por el de los uruguayos.
El punto es que en medio de un conflicto con el campo, el gobierno cerró las fronteras para la carne, sin importar lo que ocurra con mercados internacionales que a los productores y frigoríficos ha costado mucho trabajo conseguir, lo que no solo perjudica a los productores, sino a la economía del país, desde que no solo no ingresan divisas por este concepto, sino que a la vez se desalienta la cadena de producción y se corta un ciclo biológico que no puede ponerse en marcha nuevamente de la noche a la mañana.
Pero los empresarios argentinos, en su afán de alejarse de las ruinosas políticas en Argentina y contar con mayor certidumbre, ya acceden al 50 por ciento de los campos agrícolas del Uruguay, en tanto nuestro país en el primer tramo de 2010 ha vendido casi 2.500 toneladas más que su vecino, con un stock de 11,7 millones de vacas, exactamente 40 millones menos que la Argentina, que ha perdido 6 millones de animales en tan sólo dos años.
No puede extrañar entonces que las grandes empresas estén decididas a trasladarse a Uruguay, donde hay reglas de juego seguras y ya se han registrado importantes inversiones en el sector por multinacionales que han preferido confiar en el país que les ofrece menos incertidumbre. Sin dudas que en este juego del gobierno argentino nuestro país resultó muy favorecido, pero lo que debe rescatarse en primer término es cómo una medida populista y a primera vista beneficiosa para la sociedad, termina aniquilando la industria que se pretende controlar. Aunque hoy a la distancia nos parezca que la resolución kirchnerista fue descabellada, no difiere en absoluto con algunas propuestas que se oyeron con fuerza de este lado del río cuando el precio de la carne parecía disparase, e incluso se puso de ejemplo la genialidad y valentía de los gobernantes del vecino país en tomar resoluciones a favor de los consumidores, limitando el accionar de los empresarios inescrupulosos.
Afortunadamente nuestro gobierno fue más astuto y apeló a una estrategia diferente, buscando acuerdos con la industria cárnica que se materializaron en el “asado del Pepe”, en alusión al por aquel entonces ministro de Ganadería, José “Pepe” Mujica. El supuesto corte de bajo valor en los hechos no tuvo ningún impacto real en el mercado, y ni siquiera se vio en el Interior, pero afortunadamente sirvió para distraer la atención de quienes proponían la intervención de la exportación, que se sintieron conformes con esta resolución. Gracias a esto, Uruguay es hoy líder mundial en el mercado de la carne, lo que representa un importantísimo ingreso de divisas, trabajo para los uruguayos y riqueza para el campo, mientras Argentina perdió valiosos mercados internacionales, se hizo un mal nombre entre los importadores, vio cerrar decenas de frigoríficos, redujo a un nivel alarmante su stock vacuno y, lo que es peor, ahora la carne es más inaccesible para su pueblo que antes.
Pero habrán de presentarse coyunturas similares a aquellas que nos pusieron a los argentinos y uruguayos por caminos diferentes --donde uno triunfó y el otro fracasó-- seguramente cuando al encarecerse algún producto de primera necesidad los iluminados de siempre propongan limitar las exportaciones o controlar los precios internos. Será bueno que entonces los uruguayos nos acordemos de las consecuencias que tiene “toquetear” el mercado, para no caer en los mismos errores que cometieron nuestros vecinos.


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