Paysandú, Domingo 19 de Septiembre de 2010
Opinion | 19 Sep La inserción laboral de los jóvenes uruguayos sigue siendo un problema. Si bien la tasa de desempleo es de aproximadamente un 7%, la de los jóvenes supera el 22%. Y si atendemos la variable de género, la desocupación en mujeres jóvenes exhibe más de dos puntos porcentuales adicionales, a punto tal que la estadística indica que en el promedio nacional el desempleo se triplica en la población juvenil y cuatriplica en el caso de las mujeres jóvenes. El hecho de que esto ocurra en momentos en que la economía marcha bien y cuando el Producto Bruto Interno (PBI) registró un aumento importante y no esperado, demuestra que estamos ante un problema estructural, fuertemente arraigado en nuestra sociedad y mercado de trabajo, y que amerita ser estudiado en profundidad para instrumentar políticas de Estado a largo plazo. En particular, los indicadores señalan que resulta harto dificultoso para los jóvenes conseguir un primer empleo, puesto que quienes lo ofrecen suelen incurrir en un “círculo vicioso” en el cual se pide formación profesional y, a la vez, experiencia. Ocurre que los jóvenes que han estudiado más y cuentan con buena formación carecen de experiencia, justamente porque han concentrado sus esfuerzos en el estudio, mientras que aquellos que cuentan con más experiencia laboral tienen menos formación. Si bien en nuestro país existe alguna experiencia en apoyar a los jóvenes a obtener su primer empleo --por ejemplo a través del Programa Projoven, que funciona desde hace diez años en la órbita del Ministerio de Trabajo-- los números indican que este esfuerzo no ha sido suficiente. Agregaríamos desde el Interior que tampoco ha sido homogéneo, puesto que se han priorizado las áreas metropolitanas en desmedro de los jóvenes del Uruguay profundo, igualmente necesitados de oportunidades laborales. Indudablemente resulta necesaria una reformulación de las políticas de incentivo al empleo juvenil, que amplíe y descentralice los apoyos existentes y los que puedan incorporarse en el futuro próximo. Además de la existencia de incentivos fiscales a las empresas para que puedan contratar jóvenes a término, se requiere crear nuevos cursos cortos que permitan capacitarse para el trabajo, especialmente teniendo en cuenta los altos índices de deserción en la educación formal, tanto en Secundaria como en UTU. La adecuada difusión de la oferta de posibilidades de capacitación para el trabajo, priorizando la información a los jóvenes y sus padres, también ayudaría, ya que no siempre existe un adecuado conocimiento que permita asesorar a los adolescentes y jóvenes que han dejado de estudiar o están a punto de hacerlo. Es crucial que en esta etapa de la vida cuenten con orientación y apoyo, ya que no siempre tienen cabal conciencia de la importancia de la formación y de que las decisiones que tomen hoy pueden resultar cruciales para su futuro.
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