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Paysandú, Miércoles 22 de Septiembre de 2010

La marca de una escuela rural

Locales | 17 Sep La maestra directora de la escuela 22 de Palmar de Quebracho Delkis Bremermann manifestó en los festejos del centenario del centro educativo: “celebramos los cien años de nuestra escuela y se trata de una rica historia de trabajos y esfuerzos de muchas personas, de docentes que no midieron distancias ni sacrificios. De comisiones de fomento que dedicaron tiempo, tal vez quitando horas a sus trabajos y a sus respectivas familias. De vecinos, que sin tener niños concurriendo a la escuela, se hicieron presentes y apoyaron la labor escolar. Y lo más importante, cien años en los que casi mil niños han sido beneficiados, ampliando sus horizontes más allá de Palmar de Quebracho. Disfrutando experiencias que tal vez no imaginaban, aprendiendo lo necesario para afrontar la vida con mayor seguridad y confianza”. Más adelante la docente hizo énfasis en que “hoy es un placer ver este salón del Club Social Quebracho colmado de personas, seguramente cada uno guarda recuerdos de clases, recreos, compañeros, trabajos en el aula y hasta algún reto. Pero, definitivamente todos los presentes llevamos una marca de la ‘22’. Un beneficio recibido, una anécdota jocosa, o una emoción que solo aquí la pudimos sentir. Si guardamos en la memoria algo positivo y bueno de esta escuela, es porque fuimos capaces de progresar y defendernos en la vida con lo aprendido aquí; entonces bien cumplidos están los cien años de labor de esta, nuestra escuela”.
También recordó “que por el año 1950, llegaba a Palmar de Quebracho una joven de 23 años, recién recibida de maestra. No venía a trabajar, sino a acompañar a su tía, Sara Cianciarulo, maestra de la Ela .Nº 22. Los avatares de la vida hicieron que su tía recibiera el cese de sus actividades por jubilación, quedando a partir de mitad de año a cargo de la escuela. Fue así que se trasladó a la zona con sus padres he hizo frente a las responsabilidades y obligaciones que la actividad magisterial le imponía, en una zona de difícil acceso y con un numeroso grupo de niños a su cargo. Continuó trabajando durante 1951, siguiendo los pasos de su tía y las actividades que ella había instrumentado con el esfuerzo y sacrificio de comisión de fomento, padres y vecinos. Copa de leche y comedor escolar, reparto de ropa, calzado y alimentos, los que eran distribuidos a través de una comisión de protección al niño, en un edificio que carecía de comodidades mínimas tales como agua potable, energía eléctrica y seguridad. Pero no se dejó vencer por las carencias ni dificultades. Hoy, con sus 83 años recuerda los viajes con Bartaburu dos veces al año, porque no había conducción para viajar todos los fines de semana. El pueblito que rodeaba la escuela, las dificultades que surgían casi a diario para obtener agua, los alumnos que llegaban al establecimiento a caballo, dibujaban un escenario especial. Ella es la maestra Dina Epíscopo, quien con esfuerzo entregó valiosos años de su vida”.
El emotivo evento también contó con material de época que fue exhibido en un salón contiguo al escenario donde se efectuaron los actos.
Allí padres, ex alumnos, maestros y ex docentes apreciaron parte del rico pasado escolar, disparando un sinfín de anécdotas.


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