Paysandú, Viernes 24 de Septiembre de 2010
Opinion | 19 Sep Tras largos seis años de interrupción, se ha retomado la ronda de negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur, en procura de explorar la posibilidad de avanzar en un tratado de libre comercio entre ambos bloques, tras contactos que habían quedado sin efecto ante problemas promovidos por algunos de sus socios por intereses particulares.
Voceros de nuestra Cancillería expusieron que a Uruguay le interesa concretar un tratado de libre comercio con los europeos, en una negociación que no es fácil, apuntando a que pueda ampliarse el ingreso a la Zona Euro para productos vitales para nuestro país y que hoy están limitados, como es el caso de la carne --para el que se establecen cuotas-- así como productos agrícolas y lácteos. Los productos más vendidos por Uruguay al viejo continente son madera, pieles y cuero, así como lanas, pescado y frutos. En el primer cuatrimestre de 2010 se exportaron más de 140 millones de dólares en carnes y despojos comestibles, lo que significó una caída del orden del dos por ciento respecto a igual período del año pasado, mientras que en el caso de la madera, carbón vegetal y manufacturas, las ventas se duplicaron en el período respecto al mismo lapso de 2010. Igualmente, computando todas las ventas de nuestro país a la Unión Europea, se establece que ese destino significa el 17 por ciento de nuestras exportaciones, es decir el segundo en importancia detrás de los socios de la región, e incluso la balanza tiene un saldo positivo para Uruguay de poco más de 37 millones de dólares. Aun teniendo en cuenta este aspecto, se trata de tener en cuenta el potencial que tiene el mercado europeo, que es mucho mayor que el intercambio que tenemos hasta el presente, dado que un tratado de libre comercio implica mejorar la calidad de vida de la población a consecuencia del acceso a mayor cantidad de bienes y servicios. Mientras tanto, en las últimas horas Europa envió una señal en favor del librecambismo, al aprobar con Corea del Sur su mayor Tratado de Libre Comercio (TLC), en momentos en que Bruselas trata de acelerar las negociaciones para un acuerdo similar con el Mercosur, pese a las reservas de Francia, que prioriza la defensa de sus productores agrícolas, como ha sido tradicional. Después de tres años de negociaciones --cerradas en 2009-- los 27 socios de la Unión Europea aprobaron en Bruselas la firma del TLC con Corea del Sur, país con el que esperan duplicar su intercambio comercial a mediano plazo. Salvando las distancias en cuanto a la mayor complejidad que conlleva ponerse de acuerdo dentro de un bloque, que hacerlo directamente en representación de un solo país, igualmente cuesta asumir que se hayan perdido seis años sin avanzar un ápice en la negociación entre bloques, cuando en teoría ambos tienen para ganar en un tratado de libre comercio, como ha ido la constante en los que se han suscripto hasta ahora entre numerosos países. Claro, estamos hablando de bloques y por lo tanto lo que le puede servir a un país no necesariamente es bueno para otro del mismo grupo, y viceversa, ya que hay muchos intereses en juego y dentro de cada nación existen grupos de presión que procuran obtener el mayor rédito posible o reducir eventuales perjuicios.
No puede perderse de vista que estimaciones de fuentes europeas indican que globalmente, con un tratado comercial, el Producto Interno de cada zona crecerá unos 4.500 millones de euros por año, y de acuerdo a la Unión de Exportadores, en el actual contexto internacional de incertidumbre y crisis en Europa, “se torna más urgente la necesidad de apurar las negociaciones para cerrar un acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea”, que beneficiará a varios sectores de la economía uruguaya. Pero una cosa es el Uruguay y otra la postura de los demás socios, sobre todo Brasil, que no tiene ningún apuro por avanzar, como lo ha demostrado hasta el momento, y su política ha sido hasta ahora la de hacer valer el tamaño de su economía para primar en el Mercosur, donde coloca sus productos terminados y ha presionado para mantener un arancel externo común que encarece los productos de extrazona. Además, nuestros vecinos tienen entre sus prioridades avanzar en el ámbito de la liga de naciones emergentes, lo que determina que tenga intereses ambivalentes y que le resulte mucho más importante obtener condiciones ventajosas jugando individualmente en el terreno internacional y desligándose de las condicionantes de nuestro bloque regional cuando éstas no le sirven. Ello explica en gran medida la demora en el Mercosur por avanzar en las negociaciones con la UE, por lo que corresponde tener presente estos elementos a la hora de adoptar decisiones que afecten nuestros intereses en el bloque y que sobre todo condicionen nuestro futuro.
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