Paysandú, Sábado 02 de Octubre de 2010
Locales | 01 Oct Asegura que en la ciudad vive como un hombre de pueblo. Siente que su mente está Esperanza y que a Paysandú solo viene de visita. Fernando Oviedo (34) se animó a describirnos ese sentimiento hacia un pueblo que lo adoptó como a un vecino más.
Su vínculo con el interior departamental comenzó por el año 2000, aunque ya hacía un buen tiempo que se dedicaba al alquiler de máquinas electrónicas de entretenimiento. A partir de allí comenzó una interesante historia; la de un hombre que, si bien vive en la ciudad, sueña con una vejez en el campo y en particular, en pueblo Esperanza.
Mientras muchos buscan nuevos horizontes y posibilidades en las grandes ciudades, Fernando no oculta su predilección por vivir a otra velocidad, lejos del ruido. “Fue a finales de 1990 que me independicé y comencé a llevar juegos electrónicos y mesas de pool para el Interior. Fue cuando conocí toda la ruta 90 hasta Guichón. Era un circuito que incluía ruta 25, Young, Nuevo Berlín y San Javier. Se trataba de una gira por diferentes localidades y ciudades del interior, y la relación con esas comunidades era básicamente comercial. De esa experiencia aprendí muchas cosas. En primer lugar todo aquel que anda en la ruta sabe bien que es otro ambiente. Que cada vez que llegás a un pueblo te saludan como si te conocieran de toda la vida, te dan la mano casi preguntando si necesitas algo. O cuando te preguntan cómo te va, ya te están invitando a que compartas una copa con ellos”. Así fue descubriendo almacenes, bares y boliches de la campaña. Escenarios donde la gente conserva gestos de solidaridad y no duda un instante al extender la mano. “Sí, es más, si te pasa algo en la ruta acercate a cualquier pueblo porque seguro te van ha ayudar”, añade Oviedo.
Aquellas relaciones comerciales se fueron transformando en vínculos de amistad y hasta de familia. “Porque después ya te invitan al cumpleaños de la hija, un casamiento o un bautismo y todo se hace más luido”, reflexiona.
“En ese contexto no es necesario conocer a un vecino de toda la vida, porque si necesitas algo automáticamente va a responder. Seguramente lo que te diría cualquier vecino sería: ‘respondo porque yo soy así’. Después y luego de entablar una amistad la relación se hace más fluida”, continúa.
“No puedo ocultar que me encantó el pueblo. Desde su gente hasta la infraestructura del centro poblado. El Mevir, que es tan tranquilo y te genera una paz tan especial que resulta digno habitarlo. Esperanza tiene lo que dice la palabra, esperanza. Realmente la tiene porque su gente es luchadora. Están convencidos de llegar y ganar. Si es por el fútbol, el entretenimiento, la cultura, las comisiones. La vida del vecino es el trabajo y para él integrar una comisión resulta lo más significativo. Es una fórmula que provoca un decidido involucramiento. Con aciertos y errores, pero trabajan por la comunidad. Ya sea en ‘Sabores Caseros’, productores de cerdos nucleados en Proceres, la biblioteca, la tercera edad, la comisión de Mevir, la escuela de samba Verde Esperanza, la comisión de la escuela 58, la gente de la cerámica y costura. Todos tienen dedicación”.
Consultado respecto a si la frase “pueblo chico, infierno grande” es aplicable a Esperanza, Oviedo sostiene: “en parte sí y en parte no. En primer lugar a esa frase no la tomaría como negativa, no es negativa, porque en realidad como se trata de un pueblo chico están todos comunicados y cuando le pasa algo a alguien se entera todo el mundo y ahí es cuando el ‘infierno’ es grande. Porque si te pasó algo desgraciado seguramente el colectivo te va a respetar. Por supuesto que si te pasó algo malo vas a estar en el comentario popular durante meses. Ahí es donde surge la solidaridad y donde el pueblo transforma al ‘gran infierno’ en una gran ayuda. Todos de alguna manera se van a encargar de darte una mano”. En su reflexión final, Fernando asegura que le produce alegría “que todavía queden lugares que conserven los valores familiares. Los valores de pueblo y los valores de las personas. En el pueblo se vive más y mejor; se aprovechan mejor los tiempos”.
Le genera beneplácito “que los gurises sean sanos”, en tanto le angustia que “se esté perdiendo todo eso y que las autoridades gubernamentales no lo vean. Que no multipliquen el sentido del pueblo y no lo pasen para la ciudad”.
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