Opinion | 01 Oct Hace algunos años se discutían los peligros la tele-dependencia, y aunque si bien la pequeña pantalla sigue siendo atrapante, hoy ya no parece tan temible. Ahora, similar discusión ha girado hacia las redes sociales, que hoy unen y enfrentan a cientos de millones de personas.
Están en el pináculo de su popularidad en Internet por virtudes propias y defectos ajenos. Incorporaron de tal manera la idea de “conversación” que los usuarios se sienten “en su salsa” como agentes activos en el arte de escuchar, aprender y compartir todo tipo de experiencias y contenidos. Las campañas de diferente color y tenor (comunicacionales, institucionales, corporativas y otras), los acosos personales, las denuncias infundadas y la divulgación de la intimidad, son características inherentes a la experiencia social de las redes.
Facebook, con 400 millones de seguidores es el lugar donde las más increíbles historias pueden seguirse -o contarse- tan solo siendo o aceptando “amigos”. A muchos de ellos jamás se los conoce personalmente, pero eso ni siquiera es considerado a la hora de contar intimidades. Hay quienes se tornan adictos a contarlo “todo”, como si se tratara de un diario íntimo y no de un sitio de acceso público.
Pero, por otro lado, también han servido a grandes causas, como cuando el terremoto en Chile, donde las redes sociales fueron claves para la difusión de noticias y para el reencuentro de personas. Es que los excesos que con su utilización se generan, no son realmente culpa de las redes sociales sino de su mal uso. Como siempre, es la mano humana la que puede obrar en bien, tanto como en mal.
Un antídoto para no pasar al lado oscuro de la fuerza: la interacción responsable. Todo es cuestión de medida, es cierto, pero especialmente se trata de comprender el tipo de herramienta que constituyen las redes sociales y aprender a usarlas en concordancia. Aceptar ese mundo virtual como verdadero, es un error. Pues no lo es. Y los “amigos” del alma pertenecen a la pantalla y solo en pocas oportunidades comparten la vida real.