Paysandú, Lunes 18 de Octubre de 2010
Opinion | 18 Oct De acuerdo a la información recogida en el ámbito empresarial por el corresponsal de EL TELEGRAFO en Montevideo, Teddy Alvarez, en base a la dinámica de los productos agropecuarios las exportaciones uruguayas crecieron un 23,2% entre enero y setiembre de este año, con la salvedad de que siguen declinando las colocaciones de productos con alto contenido tecnológico, es decir las que generan mayor valor agregado.
Tras la caída de 2009, como consecuencia de la crisis financiera internacional que se desató a partir de 2008, las ventas al exterior uruguayas mostraron una significativa recuperación y todo indica que de no surgir imprevistos se cerrará el año con un nuevo récord de ventas, superando el registrado en 2008.
De todas formas y pese a las proyecciones alentadoras, empresarios del sector industrial señalaron que observan con preocupación que las colocaciones del país siguen basándose en productos primarios, de escaso valor agregado, en tanto solamente el 1,7% corresponde a productos de alto contenido tecnológico. Más aún, indicaron que incluso este sector ha registrado un fuerte deterioro en lo que va del año, mostrando un descenso del 15% en comparación con igual período del año anterior.
De acuerdo a los datos manejados por el instituto de exportaciones y promoción de las inversiones Uruguay XXI, en setiembre las exportaciones ascendieron a U$S 605 millones, lo que implica un aumento de 33,6% respecto a los 453 millones de igual mes de 2009. En cuanto a la discriminación por ítem, surge que el rubro que mayor aumento registró en el período fue habas de soja con un aumento del 238%, y en cuanto a los destinos, China registra el 62% de lo exportado, seguido por la Zona Franca de Nueva Palmira y Jordania con el 34% y 2% respectivamente.
Además, la soja fue el principal rubro de exportación, con colocaciones que llegaron a los U$S 706 millones, y comparativamente tuvo un aumento del 56% con relación a igual período de 2009, en tanto le siguieron carne bovina congelada, con el 13% de las ventas externas totales (U$S 632 millones); y arroz, con U$S 288 millones, a lo que se agrega una importante participación en las ventas de trigo y madera, incluyendo leña, madera en plaquetas y desechos de madera.
Es decir que ante una dinámica exportadora que es el motor del período de bonanza que atraviesa el país, y que por lo tanto derrama indirectamente parte de sus beneficios sobre toda la economía, se mantiene y peor aún, se agrava, un factor inquietante en este escenario, que refiere a que seguimos vendiendo grandes volúmenes de productos primarios, sobre todo con destino a los países emergentes como China o incluso “exportamos” a zonas francas –que los procesan y reexportan casi sin dejar aportes a la economía local-- en tanto es cada vez menor la colocación en los mercados internacionales de productos terminados o semiterminados, con incorporación de valor agregado.
Estos porcentajes mencionados en el informe –solo el 1,7 por ciento del total de exportaciones— de los productos con proceso y tecnología incorporada, revelan que nuestro esquema exportador sigue desbalanceado y continuamos colocando materia prima a la que se dota de valor agregado fuera de fronteras, es decir que genera trabajo en los países de destino.
Este papel de abastecedor de commodities es una característica de los países de nuestra región y de los del Tercer Mundo en general, en base a sus inmensos recursos naturales y sus ventajas comparativas para producir grandes volúmenes en extensas superficies de tierra con bajo aporte de mano de obra, lo que abarata la producción.
Pero no puede soslayarse que la escasa participación de la industria en cuanto a las colocaciones en el exterior significa que se reducen las plazas laborales de calidad, las mejor remuneradas y que requieren mayor capacitación y sobre todo con mayor poder multiplicador de la riqueza dentro de fronteras.
Por otra parte, genera en la población la falsa percepción de un país en pleno desarrollo, con una economía en expansión que en realidad solo existe en determinados rubros puntuales, tal como sucede en los países productores con el petróleo. La gran mayoría de las industrias y el comercio uruguayo no reflejan cabalmente este crecimiento, pero la divulgación de los números fríos sin el debido análisis confunden al ciudadano haciéndole suponer que en el Uruguay de hoy los billetes sobran por todos lados. Sin embargo los salarios no crecen de la misma forma en que supuestamente se expande la economía justamente por estos motivos, lo que termina generando frustraciones en los trabajadores que no ven reflejados en sus bolsillos los milagros que presenta el Gobierno.
Peor aún, todo este castillo de naipes se sustenta en muy pocos productos primarios que como nunca, hoy son demandados –y pagados—en todo el planeta, pero que como ya ha sucedido a lo largo de la historia pueden “desinflarse” en un abrir y cerrar de ojos.
Es imperioso entonces que Uruguay aproveche estos tiempos de bonanza para industrializarse, producir productos de mayor tecnología, desarrollar su propio “know how” que marque la diferencia en los mercados, apueste al conocimiento, para que de una vez por todas logremos un crecimiento sustentable y firme, y que cuando hablemos de mejoras económicas nos incluya a todos.
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