Paysandú, Viernes 22 de Octubre de 2010

Falleció José Carbajal, cantor de recuerdos y nostalgias

Locales | 22 Oct El primer mate mañanero pareció más amargo que de costumbre. Una noticia de último momento golpeó fuerte. La muerte, esa cosa tan cotidiana como la vida, se había adueñado de uno de los más importantes cantautores del Río de la Plata, el uruguayo José Carbajal, El Sabalero. Se fue casi sin darse cuenta, en su casa de Villa Argentina, cerca de Atlántida, probablemente por paro cardíaco de acuerdo a los primeros reportes técnicos.
Tenía 66 años y había iniciado recientemente una nueva serie de recitales íntimos en Montevideo y preparaba una nueva gira por el Interior. Varias de las canciones esenciales de cualquier uruguayo son de autoría de este hombre simple y tierno como todos quienes nacen en pueblos pequeños, con horizontes cortos, con la posibilidad de mirar lejos a través de los ojos del alma.
Nació en Juan Lacaze el 8 de diciembre de 1943. Un día de playas lloró por primera vez en esa pequeña ciudad de Colonia, recostada al Río de la Plata, y un día de esos que el tiempo convirtió en olvido, tomó la guitarra y garabateó unos versos. Con su voz con matices de alcohol se subió a la poderosa ola del canto popular en pleno bullicio de los años setenta y se hizo un lugar de privilegio junto a otros no menos importantes artistas, que siguieron el ejemplo de Bartolomé Hidalgo en ese oficio de cantar opinando.
Hombre de mirar lejos, desde temprano se hizo al camino y a la mar. Así, entre 1970 y 1973 vivió en Buenos Aires, aunque buena parte de su actividad profesional la desarrolló en Uruguay. Para entonces ya llevaba grabados media docena de discos, entre ellos el emblemático “Chiquillada”, tema que de todas maneras había ya grabado en 1969 en el disco “Canto Popular”, junto a “A mi gente” y “La sencillita”. El gobierno militar lo obligó a buscar nuevos horizontes y así anduvo por México, Francia y España, desde donde fue expulsado por el franquismo, estableciéndose posteriormente en Holanda. En Francia, en 1975 editó su desafiante “Volveremos”.
Lo hizo, pero en 1984, cuando el sistema democrático del gobierno volvía a iluminar el celeste cielo de los orientales. Pero en 1992 volvió a establecerse en Holanda y desde entonces pasaba unos meses allá en el país de los tulipanes y el resto aquí, cerca del mar y la costa siempre. En una reciente entrevista aseguró que cantaba “porque he escrito canciones. Si no hubiera sido autor, no hubiera sido nunca cantante”. Y es que en sus canciones el lenguaje del hombre de pueblo, de la prosa sencilla y profunda, plena de recuerdos y nostalgia fue un inconfundible estilo. Así nacieron canciones como “Chiquillada”, “A mi gente”, “Techos de zinc”, “Pa´l abrojal”, “Colmeneras”, “Borracho pero con flores”, “No te vayas nunca compañera” y “Angelitos”. La muerte lo sorprendió --porque siempre sorprende-- en plena actividad, reiniciando su temporada en Uruguay. El destino quiso que diera aquí en su paisito el último suspiro, solo en su casa, pero con esa soledad que no duele, porque sabía del cariño de su gente, esa que “sigue tu lucha de pan y de trabajo”.
Lo tumbó sin avisar, como casi siempre. Había sido fiel a su verso, aquellos que cantaba en noches de luna: “me gusta vivir la vida/ entregándome a la suerte/ pa’ no tener tanto miedo / cuando me abrace la muerte”. Y la muerte andaba rondando, aunque nadie se dio cuenta. “No me dejes alegría”, cantó el Sabalero. “No te vayas vida mía”, pidió. Pues no se fue, porque aunque hoy la muerte “vieja y fría” parece haber ganado la partida, al final de cada asado volveremos a cantar “borracho, pero con flores vuelvo/ borracho pero de sueños ando”. Y en cada peña cobrarán vida los versos “pantalón cortito, bolsita de los recuerdos/ pantalón cortito, con un solo tirador”.
Morir se muere alguna vez. De eso nadie se escapa. Pero los elegidos tienen para si la eternidad. José Carbajal es uno de esos. Escribió canciones con el corazón y lo entregó en prenda por la vida después del amor.
El amor a su pueblo, a su gente y sus historias. Suena la guitarra. Es que no puede dejar de entonar cuando se tiene “el cuerpo llenito de madrugadas”. E.J.S.


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