Paysandú, Martes 26 de Octubre de 2010
Opinion | 22 Oct Paysandú, sus autoridades, sus fuerzas vivas, la comunidad toda, no puede permanecer indiferente a la suerte del Club Remeros Paysandú, la centenaria institución costera que ha dado tantas glorias a este solar y que se enfrenta a la encrucijada de tener que cerrar definitivamente sus puertas si no se encuentra una salida a su desesperante situación económica. El destino de la emblemática institución del rombo blanco se sellará el próximo lunes, cuando se realice una asamblea de socios ante la imposibilidad de seguir sosteniéndose por sus propios medios, cuando como consecuencia de crisis que se vienen precipitando desde hace ya varios años, se enfrenta a un déficit tal que es imposible hacerle frente ante el actual esquema económico financiero de la institución.
Actualmente, como diera cuenta EL TELEGRAFO, el Club Remeros Paysandú tiene embargados hasta los botes, los aparatos de gimnasia y los ingresos correspondientes a la cuota social que se paga mediante convenio con una tarjeta de crédito. Lamentablemente a esta situación se ha llegado tras décadas de apenas sobrevivir, con loables intentos de dirigentes, asociados y simpatizantes que han aportado todo de sí, muchas veces en forma anónima pero muy solidaria, en procura de paliar la coyuntura a la espera de que algún día las cosas mejoraran.
Pero los hechos hablan por sí solos y el paso del tiempo ha significado solo prolongar una agonía que fue agravada hace pocos meses por la última crecida del río Uruguay, que tiró abajo un intento de reactivación y recuperación de la institución, al punto que dirigentes y amigos del club han debido poner dinero de sus bolsillos para pagar sueldos y el mantenimiento de la infraestructura para la prestación de por lo menos los servicios mínimos, así como reponer vidrios y materiales que destrozan los vándalos de siempre.
Y si bien hubo casos de solidaridad bien expresada, también el escepticismo y cierta indiferencia ha hecho mella en la masa social, de la que se ha desafiliado un porcentaje significativo después de la crecida, al punto de que hoy con el embargo de las cuotas sociales ni siquiera se puede llegar al pago de los salarios para el funcionamiento de la institución.
Estos pocos elementos bastarían para pintar el escenario en el que se encuentra hoy el Club Remeros Paysandú y que deberá ser ponderado en la asamblea convocada a efectos de considerar eventuales alternativas.
Pero indudablemente estamos ante una problemática que no solo atañe a los pocos socios y dirigentes que quedan en la institución, sino que el pueblo de Paysandú debe decir ¡presente! cuando más se necesita de la grandeza y el espíritu solidario que han puesto de relieve en una y mil circunstancias prohombres y pioneros que construyeron el Paysandú que se ha proyectado como ejemplo de laboriosidad desde mediados del siglo pasado.
Con un pasivo mensual de no menos de 60.000 pesos la institución no tiene medios para seguir su camino sola, y este es el primer punto que debe dilucidarse en esta instancia decisiva, para que tenga un futuro. Por cierto, en un mundo en el que hay cada vez menos mecenas, el rescate del Club Remeros Paysandú solo puede lograrse a través de la conjunción y coordinación de organismos del Estado y particulares, como es el caso de la Intendencia Departamental, el Ministerio de Turismo y Deportes y el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), solo por mencionar algunos posibles actores.
Aquí hay un patrimonio muy grande para proteger, y una institución que mucho ha aportado a las distintas generaciones. Desde allí surgieron atletas olímpicos y sudamericanos que fueron y son orgullo de todos los uruguayos, en sus piscinas –la “planchada flotante” que hoy no existe y la más nueva cerrada— aprendieron a nadar miles de sanduceros, aún sin ser socios de la institución. Es uno de los pocos clubes que todavía sigue formando remeros de primera línea. Pero además cuenta con valiosísimas instalaciones que no deberían perderse en el abandono.
Las posibilidades que brinda son infinitas. Imaginemos que así como el Estado gasta miles de pesos en enseñar boxeo a jóvenes marginados para alejarlos de las drogas y los malos pasos, en lugar de ello aprovechase la piscina cerrada para introducirlos en la natación o cualquier otro deporte, ya que también tiene completísimos gimnasios, canchas de tenis y paleta. Y si la enseñanza de natación se generaliza en las escuelas, quizás algún día no sea necesario que una estudiante holandesa actúe de salvavidas por una pelota que se fue al agua, como sucediera días pasados en que una joven becada salvó la vida de un sanducero que perdió pie en las aguas del río. Mejor aún, allí podría hacerse un centro regional para el ISEF de primera línea, donde se brinden cursos de guardavidas como ya se hiciera en años anteriores y con espacio hasta para albergar a los alumnos que viajan de otros departamentos. O como quería impulsar el Gobierno, un centro de preparación de atletas de alto nivel.
Para ello solo se necesitan ideas y voluntad política, acuerdos que posibiliten la realización y una “Paybancada” unida y reclamante de soluciones a los verdaderos problemas de nuestra sociedad por encima de banderías. Por su parte, el pueblo sanducero sabrá reconocer los esfuerzos que se hagan, y seguirá luchando por evitar el triste desenlace del club que tanto nos dio.
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