Paysandú, Jueves 28 de Octubre de 2010
Locales | 22 Oct La Escuela 27 “Agustín Ferreiro” de Piedras Coloradas se fundó en el año 1901. Se trataba de una precaria construcción, con paredes de madera y techos de zinc, propiedad de un vecino de apellido Zardo. La primera maestra que figura en los libros de registro es Paula Acosta, quien precisamente inauguró el centro escolar, en tanto ese año la matrícula llegó a 75 niños. Al año siguiente, Matilde Marchales, propietaria del terreno, donó la propiedad para la construcción de la escuela tal cual se erige en la actualidad, en un lugar conocido como Pueblo Viejo, a pocos metros de una construcción donde funcionó el Juzgado. Otro punto de referencia es la estación de ferrocarril, que se levanta frente al camino que atraviesa el pueblo de este a oeste. El establecimiento escolar cuenta con recinto de Dirección, salón de apoyo didáctico, cocina, comedor y cinco aulas centrales. Funciona en dos turnos, atendiendo al nivel liceal y a 4º, 5º y 6º en horario matutino, y 1º, 2º y 3º en horario vespertino. La institución está provista de abundante material de lectura y audiovisual. Concurren 196 niños que están a cargo de ocho docentes, una maestra de apoyo, una profesora de educación física, dos auxiliares y la maestra directora. Un gran paso para la escuela fue la incorporación de un maestro comunitario que posibilita un contacto mucho más directo con las familias de los niños. La principal fuente laboral en la zona es la forestación y en menor escala y hacia el oeste del centro poblado, la agricultura. En la Comisión de Fomento de la escuela las madres ayudan a que el establecimiento se mantenga limpio y ordenado, pero existe poca predisposición entre los habitantes a vincularse entre sí o formar grupos en pos de proyectos comunes.
La Escuela 27 tiene muchos niños con dificultades de aprendizaje, lo que requiere del apoyo familiar, ya que el tiempo que los niños permanecen en el aula es restringido, aunque existe un proyecto de convertirla en escuela de tiempo completo. El liceo genera otras expectativas y amplía los horizontes, pero el esfuerzo de los docentes se concentra en preparar a los niños más allá de lo curricular, brindándoles herramientas para la vida. Esa dedicación se refleja en el alto nivel de escolaridad y los bajos niveles de deserción. El trabajo de seguimiento efectuado por el maestro comunitario produce interesantes resultados, ilusionando a los docentes y reforzando el concepto de que en estos territorios, todavía se está a tiempo.
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