Paysandú, Lunes 01 de Noviembre de 2010
Opinion | 30 Oct En su audición “Habla el presidente” que se transmite por la radio capitalina M24, el mandatario José Mujica dedicó gran parte de sus reflexiones a los conceptos vertidos por un “querido amigo”, que después reveló es nada menos que el comandante Raúl Castro, sucesor de su hermano Fidel como líder de la revolución cubana, que lleva ya más de medio siglo de instaurada.
En su contacto radial, Mujica expresó que “no puedo dejar de hacer alguna referencia al reciente discurso de un amigo. En una parte ese amigo dice: ‘sin el aumento de la eficiencia y la productividad, es imposible elevar salarios, incrementar las exportaciones y sustituir importaciones, crecer en la producción de alimentos y en definitiva sostener los enormes gastos sociales propios de nuestro sistema’”.
“Y en ese célebre discurso, este nuestro querido amigo, dice que ‘sin que las personas sientan la necesidad de trabajar para vivir, amparadas en regulaciones estatales excesivamente paternalistas e irracionales, jamás estimularemos el amor por el trabajo, ni solucionaremos la falta crónica de constructores, obreros agrícolas e industriales, maestros, policías y otros oficios indispensables que estamos necesitando’”, citó Mujica.
El mandatario uruguayo agregó que “dice también en ese discurso que ‘hoy la lucha librada es fundamentalmente productiva’, y hablando de la distribución, este buen amigo nos dice: ‘en última instancia es también una forma de explotación, la del buen trabajador, por el que no lo es o peor aún, por el vago’. Se refiere precisamente a la correspondencia que existe entre trabajadores, cuando algunos cumplen con su deber y otros no tanto”.
Mujica, tras revelar que este “amigo” es Raúl Castro, indica que el mandatario cubano “está hablando de su situación y está hablando en una asamblea de decisiones importantes, pero habla de cuestiones conceptuales, que por ser un hombre que ha vivido todo, que tiene mucha experiencia, naturalmente no debería echarse en saco roto y recomiendo que con ojo crítico sea leído más allá de los pareceres que cada uno pueda tener, porque es una fuente insospechada, una fuente comprometida y como tal también nos ilumina”.
Esta exposición de Mujica podría interpretarse como un claro mensaje para el Partido Comunista, minoritario dentro del propio Frente Amplio pero sobredimensionado en su poder hasta el punto de dirigir un Ministerio –el Mides— y nada menos que la Intendencia de Montevideo, al tiempo que controla los sindicatos clave. Es que precisamente el PC tiene a Cuba como un modelo casi perfecto de gobierno al que el Uruguay debe aspirar, y aún con su escasísima representatividad del total del electorado nacional logra un excepcional control del Gobierno en base a presiones sindicales y las vulnerabilidades propias de la conducción del Frente Amplio, ignorando deliberadamente el fracaso absoluto de las políticas aplicadas por los Castro en la isla caribeña en los últimos 50 años.
No es extraño entonces que Mujica haya elegido estas palabras justo en momentos en que se enfrenta a una escalada de conflictos de los funcionarios del Estado nucleados en COFE, que siguen reclamando aumentos salariales y beneficios de cara a la instancia presupuestal, obviando que sus privilegios se pagan con el sudor y sacrificio de los trabajadores privados, verdaderos hacedores de la riqueza nacional.
Inequívocamente, en este punto se centra Mujica cuando haciendo suyas las palabras de Castro señala que “es también una forma de explotación del buen trabajador por quien no lo es, o peor aún, por el vago”, un sayo que cabe a muchos en nuestro país y del que no está tampoco exento el gobierno de Tabaré Vázquez, cuando instrumentó planes asistenciales como el Panes sin a la vez comprometer una contrapartida real de trabajo por sus beneficiarios. Las palabras de Raúl Castro vienen entonces como anillo al dedo a Mujica, aunque no expresan nada que el mundo no sepa desde la caída de la Unión Soviética en la década de los ochenta, asfixiada por un concepto ideológico absurdo en el que “todos somos iguales” e “igual tarea igual remuneración”, desconociendo que en los hechos hay quienes hacen mucho y bien y otros que hacen poco –o nada-- y mal, tengan o no justificaciones para ello. Eso ni siquiera el Estado todopoderoso lo pudo sustentar, ni en la URSS ni en Cuba, donde la explotación del trabajador alcanza los niveles más altos, según se desprende de las propias palabras de Castro. Mientras tanto, en Uruguay avanzamos lenta pero firmemente hacia estos conceptos perimidos, cediendo espacios a sindicatos radicales, pretendiendo comprar así una paz sindical inalcanzable, aumentando cada vez más la presión tributaria en los sectores de la economía real, esos que no cuentan con la certeza de los mercados para sobrevivir y donde la fuente laboral desaparece si los números no cierran.
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