Paysandú, Viernes 05 de Noviembre de 2010
Opinion | 01 Nov Días antes de asumir la titularidad del Poder Ejecutivo, el entonces presidente electo José Mujica protagonizó un multitudinario encuentro con empresarios en el Hotel Conrad de Punta del Este, en el que tuvo como leit motiv asegurar a los empresarios uruguayos y extranjeros que el país mantendría reglas de juego favorables para la inversión, y que más allá de los antecedentes históricos de la izquierda en la materia el futuro gobierno establecería como una de sus prioridades conservar y aún mejorar el clima para la inversión, desde que la única posibilidad de crecimiento con desarrollo es el de generar fuentes de empleo y reciclaje de actividad económica.
Las expresiones del mandatario no fueron diferentes a las de sus antecesores, por lo que felizmente para el país, lejos de aferrarse al eslógan de que se haría “temblar las raíces de los árboles”, el Frente Amplio, con errores y aciertos, fue adquiriendo cultura de gobierno, que significa velar por el interés general más allá de banderas sectoriales y presiones de grupos corporativos que pretenden obtener la mayor tajada posible sin importar los demás, como es el caso flagrante de los sindicatos de funcionarios públicos movilizados por obtener recursos adicionales en el proyecto de Ley de Presupuesto Quinquenal.
Con esta histórica alocución, por provenir de un presidente que integrara un movimiento que en su momento se alzó en armas contra un régimen constitucional para luchar contra el statuo quo, Mujica pretendió adecuar su fuerza política al mundo actual, donde las posturas radicales de los sesenta han quedado atrás, con algunas excepciones que justifican la regla, y donde las utopías han sido reconocidas como tales. Ello encaja en la evolución hacia conceptos más avanzados en cuanto a la necesaria asociación de capital y trabajo, la productividad, el clima de negocios, las reglas de juego claras, el reducir al mínimo posible la conflictividad, como ambiente para el desarrollo sustentable.
En fin, hay todavía grupos --los menos por suerte-- que siguen promoviendo los viejos esquemas de la lucha de clases, para no dar el brazo a torcer y aferrarse a teorías que han sido arrasadas por la realidad, pero sobre todo porque ha quedado de manifiesto, al estar del otro lado del mostrador, que son expresiones testimoniales y nostálgicas sobre utopías que antes se desplegaban como si fueran la verdad revelada.
Más recientemente, el presidente Mujica ha pretendido “bajar a tierra” a delirantes que siguen en sus trece, en este caso en el ámbito sindical, donde hay por un lado grupos alineados con el gobierno, del que además en muchos casos forman parte, y sectores radicalizados que cuestionan al gobierno de izquierda por entender que aplica recetas neoliberales que no lo diferencian de los gobiernos anteriores.
En este caso advirtió desde su audición radial que están peligrando muchos puestos de trabajo ante la posibilidad de que se retiren de nuestro medio empresas extranjeras –seguramente a muchos les traerá a la memoria aquellos tiempos en que se los ridiculizaba como piratas que venían a llevarse nuestra riqueza, con parche en el ojo incluido— como consecuencia de la alta conflictividad y carencias manifiestas en la capacitación de la mano de obra que emplean.
El mandatario llamó a construir un “clima de confianza” para las inversiones, ante trascendidos que dan cuenta de que inversionistas asiáticos podrían retirarse del país por crecientes problemas con el sindicalismo y la baja productividad. Mujica reflexionó que “el ser los campeones de la baja inversión ha quedado atrás. Con la inversión aumenta el trabajo, los salarios y el trabajo, no al revés”, para subrayar que “nunca deberíamos olvidar este fenómeno silencioso, que es la nueva inversión y que necesita un medio ambiente de confianza”, a la vez de advertir que este medio ambiente no se construye por “magia”, sino que “se construye entre todos”.
Fundamentalmente, señaló que son necesarias relaciones entre patrones y empleados que procuren no afectar el interés global, que “es el talón de Aquiles de ahora”, una apelación presidencial que debe ser compartida por todos los uruguayos, del partido que sean y cualquiera sea la actividad que desempeñen, en todo tiempo y bajo cualquier gobierno, porque están en juego los intereses del país, la calidad de vida de su población y más aún, el futuro de las nuevas generaciones, que dependerá del legado que les dejemos los que hoy tenemos la responsabilidad de construir el presente.
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