Paysandú, Viernes 05 de Noviembre de 2010

No quedarse a medio camino

Opinion | 02 Nov Con su presencia en Paysandú el viernes, cuando oficializó el lanzamiento del Programa Nacional de Salud Rural, el presidente José Mujica trató sin dudas de dar un sentido simbólico a una iniciativa que ya había anunciado en la campaña electoral, y que en este caso tuvo como epicentro a Guichón, donde precisamente poco antes se había generado una fuerte reacción de autoridades y fuerzas vivas por considerar que se despojaba al hospital de esa ciudad de su autonomía administrativa y de gestión a través del nuevo Presupuesto a estudio en el parlamento. Apoyado en su ministro de Salud Pública, Daniel Olesker, el mandatario expuso que el proyecto se enmarca en el enunciado de “un medio rural habitable para un país de primera”, lo que por supuesto conlleva una problemática mucho más amplia que los servicios de salud, pese a la gran importancia que reviste esta área.
El mandatario aseguró que se trata de un plan “de apoyo a la campaña”, refiriéndose tanto a los trabajadores del campo como a los productores, en tanto en un pasaje de su discurso afirmó que “la población propiamente rural fue quedando sociológicamente relegada, como ‘último orejón del tarro’”, en lo que no le ha errado el jefe de Estado, quien a la vez en tono irónico acotó que esta población rural “es clave para salir a vender al mundo, y así tener con qué pagar nuestros televisores, nuestros telefonitos, nuestras computadoras, nuestra modernidad, nuestro enchufe con el primer mundo”, es decir aportando una crítica implícita al estilo consumista de la sociedad que en más de una oportunidad ha cuestionado. En el caso concreto de la salud, es notorio que el Interior todo, y fundamentalmente los pobladores de áreas rurales, se encuentran discriminados históricamente respecto a Montevideo y las concentraciones urbanas en las que se agrupan los servicios, debido a la lejanía y a la centralización. No solo en cuanto a las prestaciones de tecnología avanzada, sino también a la cobertura de atención primaria, de cuya eficacia depende la tarea preventiva y la detección precoz en grupos de la población con difícil acceso a las dependencias del Ministerio de Salud Pública y de la salud privada. Olesker, al esbozar la dirección hacia la que se orientará el programa, subrayó que se apunta a coordinar acciones conjuntas de las prestadoras de salud como la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), con sus hospitales y policlínicas de todo el país, sumado a los servicios privados departamentales, con el aporte de las intendencias, las que tienen sus propios servicios de atención, incluyendo policlínicas rurales y giras médicas. El secretario de Estado asumió la responsabilidad que le cabe al Ministerio por los problemas de accesibilidad a los servicios que enfrentan las familias rurales. Lo hizo como prestador directo y como regulador de las políticas en la materia, cuya revisión –por cierto-- también debería formar parte de uno de los capítulos de la reforma integral del Estado. Pero claro, hay realidades que no pueden cambiarse de “golpe y porrazo” con un programa, por más buenas intenciones y recursos que se vuelquen. Cada cuatro médicos que hay en el Uruguay tres residen y trabajan en Montevideo; todos los institutos de medicina altamente especializada (IMAE) están instalados en Montevideo, y hay una infraestructura creada que establece que los atractivos para la formación profesional, capacitación e ingresos consecuentes para el personal de la salud estén disponibles solo en el anillo metropolitano, en tanto las carencias aumenten en la misma medida que crece la distancia geográfica con la capital.
Encima tenemos a nuestros pobladores de áreas rurales librados a la buena de Dios, con notorios déficit en atención de salud, como así también en educación y difícil accesibilidad a otros servicios, situación que conspira contra su calidad de vida y por ende contra su permanencia en el medio rural. Convengamos entonces que estamos ante asimetrías y un grado de discriminación que requiere acciones contundentes y diversificadas a efectos de cambiar un escenario muy adverso para el Interior profundo.
Por eso en la salud, como en todos los órdenes, es preciso calibrar la magnitud del desafío que se encara, y por cierto en este caso las diferencias en la calidad de atención son abismales con quienes residen en las ciudades y mucho más aún con el montevideano medio, lo que indica que el trabajo en los recursos humanos, los materiales y el modelo de atención, como anunciara Olesker respecto a la esencia del programa, debe ser cuidadosamente evaluado. Pero sobre todo dar lugar a una tarea dinámica, revulsiva y sistemática, sin quedarse en los enunciados y en el empuje inicial, como ha ocurrido demasiado a menudo en un país en el que las pretendidas soluciones se añejan y se van diluyendo con el paso de los años.


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