Paysandú, Miércoles 10 de Noviembre de 2010

“Ir al precipicio”, desde el despeñadero

Opinion | 07 Nov Como para no dejar lugar a dudas de que la cosa va en serio, el actual mandatario cubano Raúl Castro advirtió que la revolución irá “al precipicio” si no aplica las reformas económicas que incluyen la eliminación de 500.000 empleados estatales en seis meses, según un discurso ante la central sindical.
Expuso que “para defender las medidas y explicarlas, la clase obrera tiene que tener conocimientos y estar convencida de su importancia para la subsistencia de la revolución; de otra manera iremos al precipicio”, en una reunión plenaria de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC, única), efectuada el fin de semana anterior, oportunidad en la que insistió “en la necesidad de ser exigentes” con los dirigentes, en “desterrar la perniciosa tendencia de algunos de ocultar las fallas” y en la “urgencia de sacar enseñanzas de los errores cometidos”.
El gobierno del general Raúl Castro comenzó en octubre un proceso de recorte de 500.000 empleos estatales --hasta marzo--, primera etapa de un plan para eliminar en cinco años más de un millón de puestos que sobran en el Estado, 20% de su fuerza laboral, y que contribuyen a la ineficiencia de la economía de la isla caribeña.
Por su lado, ante el plenario de la CTC, el ministro de Economía, Marino Murillo, precisó que en Cuba hay más ocupados en el sector de los servicios que en el de la producción de bienes, lo que “no permite el buen funcionamiento de ninguna economía”.
Paralelamente el gobierno autorizó la apertura de licencias en 178 oficios del llamado trabajo “por cuenta propia” para ampliar el exiguo sector privado, a fin de que absorba a la mayor parte de los que quedarán cesantes, en un intento notorio por exorcizar los demonios que precisamente lanzaron durante medio siglo Fidel Castro y la doctrina oficial de la revolución cubana como elementos pérfidos de un sistema que se basaba en la explotación “del hombre por el hombre” por la clase dominante.
Es cierto que de fracasos y utopías está lleno el mundo, aunque seguramente ninguno más rotundo y de mayor proyección en la historia de la Humanidad que el de los regímenes de sociedad y producción colectivizada, que fueron mantenidos a sangre y fuego por dictaduras que prometieron que los sacrificios del presente serían compensados por la igualdad y la felicidad para todos en un futuro que nunca llegó, como es el caso flagrante de la ex Unión Soviética y sus países satélites, y la de Cuba ahora, tras más de medio siglo de dictadura y de intento de “exportar” la revolución, incluso con envíos de tropas y aventuras seudorománticas como las del Che Guevara en Bolivia.
Ahora Raúl Castro pone a los cubanos en la alternativa de sacarse de encima 500.000 empleos públicos o “ir al precipicio”, cuando en realidad el país está hace rato en caída libre por el despeñadero y la alternativa que se abre es el tratar de caer lo más suavemente posible, para tratar de atenuar daños que en gran medida ya son irreversibles.
La apelación de Castro, que se complementa con reflexiones anteriores que vertiera en el sentido de que hay trabajadores que se han convertido en explotadores de otros trabajadores por “ir a menos” en sus obligaciones laborales, y el enorme costo para la economía de mantener “vagos” por programas sociales insostenibles y contraproducentes, es una confesión que igualmente no exime de culpa a quienes durante medio siglo “vendieron” una utopía que solo se sostuvo en su momento por los enormes subsidios de la Unión Soviética.
Cuando la economía cubana tuvo que más o menos valerse por su cuenta, se encontró con que solo se estaba tratando de más o menos sobrevivir y demorar lo más posible el destino inevitable del precipicio, pagando ahora el precio de entre 500.000 y un millón de empleos públicos que se esfumarán en procura de sincerar una economía que desde hace décadas es incapaz de autosostenerse.
Como ha ocurrido siempre, una mentira no puede hacerse verdad por más que se repita, porque la porfiada realidad termina por imponerse.
La “solución” que se ensaya ahora es apostar a la dinámica privada, a que los ex empleados estatales sean realmente productivos en sus propios emprendimientos de riesgo y dejar de ser “el clavo” que son en el marco de la utopía del pleno empleo en el Estado, que ya no tiene más subsidios caídos del cielo para repartir.


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