Opinion | 05 Nov Desde hace muchos años la manera en que los sanduceros nos conducimos cuando transitamos por la ciudad, sea en vehículos o a pie, es tema de discusión, desde la aplicación o no de medidas de seguridad como casco protector y cinturón de seguridad hasta espacios para estacionamiento.
Con el paso de los años y el aumento del parque automotor, especialmente de motos, ha aumentado la complejidad del tránsito, que hoy ha alcanzado un grado tal que en algunos días o en algunas áreas puede ser calificado casi de caótico.
En lugar de mejorar parece que los sanduceros nos hemos dedicado a dejar de lado la ordenanza de tránsito, en tanto quienes deben encargarse de hacerla cumplir, los inspectores, son duramente criticados por su propio trabajo o cuando ellos mismos cometen alguna infracción.
Es común ver motociclistas sin casco protector, lo mismo que automovilistas sin el cinturón de seguridad. Es común ver a motociclistas y automovilistas no respetar los semáforos, cruzando en rojo. Es común también que no se respete el derecho de quien ingresa a la bocacalle por la derecha.
Todo eso es común, pero está mal, va contra la ordenanza, que –precisamente-- fue establecida para generar un orden en el tránsito, lo que a su vez desemboca en seguridad para todos.
Pero la seguridad parece no estar en la agenda de los sanduceros, dispuestos a ganar cada segundo que se pueda, aun dejando de lado las reglas, pero no comprendiendo que se puede perder la vida, como tantas vidas se han perdido.
Ahora ingresará un cuerpo de policías inspectores. Bienvenidos. Aunque su trabajo no será sencillo. Pero tendrán mejores herramientas que sus pares municipales, pues quienes desobedezcan la voz de alto deberán enfrentarse a la autoridad policial por desacato, y tienen potestades de detención.
Pero el tránsito no se solucionará por los inspectores solamente. Mano dura es la clave. Con los infractores cero tolerancia. Multar a todos los que cometan infracciones y cambiar el sistema de cobro de estas, separándolas del pago de patente. La letra con sangre entra, dice el dicho popular. Y lo dice con sabiduría.