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Paysandú, Viernes 12 de Noviembre de 2010

La obra de arte

Yo pretendo, tú pretendes, él pretende...

Locales | 10 Nov LA OBRA DE ARTE, de Anton Chejov. Proyecto EQT, Mendoza, Argentina. Dirección: Baby Chiófalo. Con: Cristian Coria, Sara Amores, Cintia Zolorza, Violeta Falcón, Ariel González, Raúl Rojas. Sexta Muestra de Teatro del Mercosur Interior “Atahualpa del Cioppo”. Teatro Florencio Sánchez. Sábado 6 de noviembre 2010.
¿Qué es lindo? ¿Qué es feo? ¿Qué es ingenioso? ¿Qué es estúpido? ¿Qué es arte? ¿Qué es obscenidad? Pues, en realidad, depende de quién hace el juicio. Lo lindo para unos, es feo para otros; lo ingenioso para éstos, es estúpido para aquellos; lo que es arte para un grupo, es obscenidad para otro. La historia del ser humano marca con claridad cómo todo puede explicarse, cómo todo colocarse en cualquier categoría. Solo bastan unos pocos argumentos, una voz firme y una mirada de entendido.
Anton Chejov a esto se refiere, y “esto” podría calificarse de hipocresía, pero -otra vez- sería entrar en la rueda eterna del ojo de quien mire. En este cuento, que ha sido versionado como obra de teatro por este grupo mendocino, formado a fines de los noventa, el autor ruso utiliza un antiguo candelabro de bronce con figuras femeninas desnudas -que en la escena nunca se ve- para exponer las diferentes caras del ser humano.
Una madre, de escasos recursos, que se dedica a la compra venta de antigüedades, le regala al médico que atendió a su hijo como pago por sus servicios. El médico se lo pasa a un abogado, y éste a otro y así sucesivamente, hasta que el candelabro es finalmente vendido de nuevo a la anticuaria, quien cree que es la pareja del que le entregó al médico y se dispone a regalarle éste también.
La puesta en escena evade todo camino tradicional y por el contrario propone un concepto visual y corporal con conexiones con el comic, el cine mudo y el arte circense. El partir de un cuento, y no de una obra de dramaturgia, es lo que da la libertad de elegir el camino de exponer esta fiesta de disfraces intercambiables, donde el respetado hombre se convierte en un asesino o en un homosexual, o en la mujer en libertina. No solamente no todo es lo que parece; directamente nada es lo que parece.
La puesta en escena derrocha creatividad, utiliza de manera admirable el espacio escénico, expone gran concentración del elenco y sorprende con el planteo de luces, que -en la práctica- tuvo claras deficiencias.
Un muy buen trabajo, realmente teatral, utilizando técnicas no tradicionalmente consideradas teatrales. Un mirada sarcástica a nosotros todos. Porque en definitiva, aquí, allá o más allá, todos somos, hemos sido o seremos grandes simuladores. E.J.S.


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