Paysandú, Miércoles 17 de Noviembre de 2010

Reclamos fundados, pero sin respuestas

Opinion | 11 Nov El precio del dólar ha sido desde siempre un factor clave en la determinación de las políticas económicas en nuestro país, desde que pese a los intentos de desdolarización de la economía los operadores necesitan un valor de referencia internacional para medir y situar en su justo valor relativo los bienes y servicios. En algunos países, como Brasil, debido sobre todo al tamaño de su economía y su mercado interno, ha operado relativamente bien al circunscribirse solo a su moneda y limitar a lo imprescindible la referencia al dólar, es decir por ejemplo el mercado financiero y el comercio exterior, pero en el Uruguay la divisa norteamericana ha sido determinante e incluso las expectativas negativas o positivas de los agentes económicos se traduce inmediatamente en un alza o una caída del dólar.
Teniendo en cuenta estos elementos de juicio, en sucesivos períodos, incluyendo a la dictadura, el dólar subvaluado ha sido utilizado como un ancla para la inflación, en un mercado intento que funciona en forma asimétrica respecto a la cotización del dólar: cuando éste sube, los demás valores tienden a alinearse automáticamente con esta tendencia para cubrirse ante expectativas de riesgo, pero cuando la situación es al revés, esta tendencia no se reproduce en la misma forma y en el mejor de los casos, tarda meses para más o menos reacomodarse en esta línea.
Por otro lado, han habido intentos de reducir factores de riesgo para los operadores y mantener así una línea de política económica estable con eje en el dólar, como fue la incorporación de la famosa “tablita” durante la dictadura, con el ex ministro de Economía Valentín Arismendi. Lo que se buscó fue fijar el valor de la moneda americana en el tiempo en un intento de dar seguridad a los operadores, pero lo que se logró fue que en medio de una gran depresión todo el mundo comprara dólares esperando que en cualquier momento, éste se disparara, como finalmente ocurrió, pese a que una y otra vez el gobierno aseguró que no lo iba a permitir, al punto que el por entonces mandatario Gregorio Alvarez dijo que los que apostaban al dólar iban a perder y que solo “un marciano” podría creer en una devaluación.
El resultado, como todos sabemos, fue que el Banco Central fue agotando sus reservas y cuando no daba más, se dispuso una maxidevaluación traumática, que sucumbió a quienes estaban endeudados en esta moneda –casi todos los uruguayos en mayor o menor medida, debido a que en moneda nacional las tasas eran mucho más altas, mientras que el dólar era “barato”— y así el remedio fue mucho peor que la enfermedad.
Con algunas diferencias esta situación se repitió en la crisis de 2002, pero evidentemente en un país tan vulnerable como el nuestro y sobre todo estructuralmente muy rígido, no se han encontrado muchas alternativas a este esquema, pese a que en teoría existe libertad cambiaria y por lo tanto el dólar se va ajustando de acuerdo a las expectativas.
Actualmente éste vale menos que hace cinco años, en una tendencia que tiene sus pro y sus contra, como en todos los órdenes de la vida, pero lo que es indudable es que estamos en lo interno ante una inflación en dólares, pese a que la divisa ha caído en todos los mercados. Ello implica que por un lado se haya abaratado el acceso de la población a bienes importados y que por otro se encarezcan nuestros productos de exportación, sobre todo a los que se les dota de valor agregado, porque los salarios han aumentado en términos reales y en dólares en los últimos años y también otros costos internos.
No puede extrañar por lo tanto que con un dólar en el eje de los 20 pesos –recordemos que el actual presidente José Mujica anunció que renunciaría al cargo de ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, que desempeñaba entonces durante la Administración Vázquez si el dólar caía a los 22 pesos-- se haya encendido hace rato la luz de alarma en quienes venden al exterior, y no solo productos manufacturados.
Así, en las últimas horas la gerente general de la Unión de Exportadores, Teresa Aishemberg, dijo a Montevideo Portal que el sector está preocupado por las políticas monetarias del gobierno estadounidense y recalcó que el gobierno uruguayo tiene muchos mecanismos para evitar sus efectos.
La representante empresarial sostuvo que además del bajo precio del dólar el sector se ve perjudicado en su competitividad por los altos costos de producción y exportación, en tanto por otro lado, pese a esta realidad, el gobierno está endeudándose sistemáticamente para evitar que el dólar siga cayendo en su cotización, lo que conlleva costos adicionales de deuda.
Salta a la vista que ante parámetros externos sobre los que es imposible influir, la coyuntura exige medidas internas que permitan más o menos desembarazarnos de este corsé que nos va condicionando día a día, y que es el alto costo de producir, por los altos precios de la energía y servicios del Estado, que sin embargo sigue aplicando una fuerte presión tributaria sobre los sectores reales de la economía para hacer frente a sus gastos desmedidos.
Ergo, abatir el gasto público es un imperativo en este escenario en el que además esta surgiendo un empuje inflacionario como convidado de piedra, y por lo tanto es preciso revertir las políticas procíclicas del gasto que siguen aplicándose por interés político-electorales, comprometiendo seriamente nuestro futuro inmediato.


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