Opinion | 16 Nov Alrededor del mundo el trabajo voluntario ha contribuido y contribuye a mejorar la calidad de vida de mucha gente. En todos los países han instituciones que prestan valiosos servicios a la comunidad, especialmente a las personas que por su condición física, mental, social o económica más lo necesitan.
Se trata de un trabajo silencioso pero imprescindible. Gente que trabaja en forma absolutamente honoraria y destina varias horas del día a ayudar a otros sin esperar más recompensa que ver concretada una buena obra, un cambio a mejor en la situación del otro.
El trabajo voluntario no es un pasatiempo ni un entretenimiento sin más, sino que persigue la satisfacción de necesidades realmente existentes.
Paysandú tiene muy buenos y claros ejemplos de voluntariado. Son numerosas las instituciones, algunas de larga trayectoria que realizan este tipo de actividad. Enumerarlas sería correr el riesgo de caer en el injusto olvido de alguna puesto que todas son importantes.
No obstante, por ser el mes de su aniversario, citamos especialmente el caso del Instituto Canadá, que desde hace 25 años está brindado apoyos a personas de diferente edad que padecen diferentes patologías, ofreciendo la posibilidad de rehabilitación física y hasta la ventaja de que los pacientes son transportados desde y hacia sus domicilios.
Con igual entrega y compromiso, otras instituciones y personas ejercen el voluntariado cada día y aportan su experiencia, emprenden acciones y toman decisiones que beneficiarán a muchos, siendo éste uno de los valores del voluntariado.
No todo es color de rosa sino que, por el contrario generalmente se torna difícil sostener económicamente las tareas ejercidas. Sin embargo, cada una de esas instituciones y grupos está ayudando a escribir la historia de su comunidad aunque no siempre sus acciones aparezcan en las noticias.
Son, ni más ni menos, que herramientas de acción social y están permanentemente generando cambios positivos para sus comunidades. A todos los voluntarios, ¡salud!