Opinion | 21 Nov En la víspera se cumplieron 21 años de la firma de la Convención sobre los Derechos del Niño, realizada en 1989 en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Dicha convención es el más importante instrumento jurídico internacional y completa la promoción y protección de los derechos de los niños y niñas del mundo.
El derecho a la vida, al juego, a la libertad y compartir sus puntos de vista con otros, a dar a conocer sus opiniones, a una familia, a la protección contra el trabajo infantil y la trata y el secuestro, a la información adecuada, a conocer y disfrutar su cultura, a una familia que les dé afecto y amor, a un nombre y una nacionalidad, a la alimentación, a vivir en armonía, a la diversión, a la libertad, a la salud, a la protección contra todas las formas de explotación son algunos de los derechos consagrados.
Aquí en Uruguay un estudio realizado por el Mides que ha sido publicado en el libro “Trabajo Infantil en el Uruguay: la paradoja de la sobrevivencia en la basura” da cuenta que entre 16.000 y 20.000 niños, niñas o adolescentes están involucrados en el trabajo de recolección y clasificación de basura.
Entre otras conclusiones, el estudio señala que una de las mayores dificultades es integrarlos al sistema educativo formal. Ahora bien, quien haya observado los carritos que recolectan basura en los que van niños, seguramente habrá visto que muchos quedan en el carro y es el adulto el que baja y carga las bolsas. ¿Por qué los lleva ese padre si no los necesita? ¿Por qué no están en la escuela o en el CAIF o en algún taller para niños de las instituciones de su zona? Puede haber muchas explicaciones pero es claro que los adultos los llevan también para que vean cómo se hace ese trabajo: les están enseñando lo que será su vida futura. Y con ello, están ayudando --aunque no se lo planteen e incluso no quieran-- a la reproducción de la pobreza.
No será sencillo encontrar una solución para que efectivamente esos niños asuman la plenitud de sus derechos. Sin embargo, y citando a la ex directora ejecutiva de Unicef Carol Bellamy, es claro que si queremos conseguir un cambio en la vida de los niños y niñas, y tener la oportunidad de alcanzar objetivos sociales y económicos para toda la comunidad, tenemos que convertir en nuestra prioridad los derechos de la población infantil marginada y olvidada.
Los derechos a la educación, los cuidados de salud y un entorno seguro y tranquilo para prosperar nunca deben ser teóricos sino que tienen que ser una realidad para toda la infancia.