Paysandú, Martes 07 de Diciembre de 2010
Opinion | 06 Dic Hay cuestiones que son de vida o muerte. No se trata de ser fatalista ni de exagerar, pero la realidad está frente a nuestros ojos: la principal causa de muerte y de lesión grave entre los jóvenes sigue siendo los accidentes de tránsito. En 2009 en casi la mitad de los accidentes registrados en Montevideo había una moto involucrada.
En Uruguay, las motos suponen más de un tercio del parque automotor, unas 600.000 de un total de un millón y medio de vehículos. El bajo costo de las motos, en su mayoría procedentes de China, han generado su incremento. Se prevé que a finales de año se hayan vendido cerca de 100.000 motocicletas.
La falta de respeto a las normas de tránsito y la actitud de los motociclistas al conducir es un problema serio. Ver un jovencito montado en una moto y obviamente sin casco, atravesar a alta velocidad una esquina con semáforo en rojo ya no sorprende.
Si bien en los accidentes no se plantea una intención consciente y deliberada de provocar un daño o quitarse la vida, es evidente la fuerte agresividad que impulsa a los jóvenes y que puede conducirlos a la muerte.
Muchos de los accidentes protagonizado por jóvenes podrían evitarse. Para ello es necesario la elaboración de estrategias de prevención. Solemos reclamar estas estrategias a los organismos estatales dipuestos en la materia. Sin embargo, la prevención debe tenernos a todos como protagonistas, sea el sistema educativo, la familia, los pares y las organizaciones juveniles o grupos.
Todos podemos contribuir a disminuir sensiblemente los niveles de mortalidad juvenil. Todos podemos recordarle a un joven, por ejemplo, que usar el casco es por su propio bien y le puede salvar la vida o evitarle daños mayores en caso de un accidente. Ni hablar de lo vital del ejemplo de los padres. De nada valen las campañas de la Unasev dirigidas a los jóvenes si un padre viaja en moto con un pequeño niño sin cascos. O, irónicamente, llevando los cascos colgados a un costado de la moto.
Vienen los días más difíciles, donde muchos circulan apurados por hacer las compras de último momento o bajo los efectos del alcohol. Es responsabilidad de todos que el tránsito no se convierta en una especie de selva habitada por fieras salvajes.
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