Paysandú, Sábado 11 de Diciembre de 2010
Opinion | 07 Dic De acuerdo a un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la productividad es el principal obstáculo para el crecimiento económico regional y a ello deberían prestar especial atención los gobiernos a la hora de desarrollar políticas de estímulo, lo que es complementado además por la observación de que las empresas de menor tamaño y las que se desempeñan en el sector de servicios son las menos eficientes y exhiben además una significativa presencia en las economías latinoamericanas.
Este común denominador para la región indica serias falencias que sin embargo a primera vista parecen no coincidir con el hecho de que América Latina y fundamentalmente el subcontinente latinoamericano sea de las regiones menos afectadas por la crisis financiera internacional, que se manifestó con altibajos a partir de 2008, y que hoy incluso está proyectando sus efectos sobre economías que parecían particularmente sólidas, como las de Estados Unidos y países europeos. Incluso naciones como Gran Bretaña, Francia, España, Irlanda, Grecia, entre otras, debieron encarar fuertes ajustes fiscales para tratar de afrontar el grave déficit en las cuentas públicas, con serias consecuencias sociales.
Ocurre que el buen comportamiento de las economías sudamericanas y de los países emergentes en general está por encima de los problemas estructurales y coyunturales en cada país, desde que los altos precios de los productos primarios son sostén del buen desempeño económico, lo que permite disimular los problemas que en otras situaciones afloran y comprometen seriamente el comportamiento de sus economías.
El estudio del BID da cuenta empero que el rendimiento del sistema productivo uruguayo mostró en las últimas décadas una caída en la comparación internacional, lo que da la pauta de que hay elementos estructurales que no se han modificado en todos estos años y que deben tenerse presente a la hora de establecer diagnósticos para no formular eventuales respuestas sobre elementos sin base real. Sobre el contexto regional, Carmen Pagés, economista del BID y responsable del informe sobre productividad, subrayó que la región “padece la enfermedad del crecimiento lento crónico por la baja productividad”, al punto que los bajos niveles históricos en este parámetro en el continente latinoamericano y su vinculación con la expansión económica equivalen a “avanzar con el freno de mano puesto”, y es así que para el mediano plazo los pronósticos de los técnicos del organismo multilateral ubican por debajo del 5 por ciento el crecimiento de todos los países de la región.
En términos comparativos debe tenerse en cuenta que la productividad en América Latina creció en el 1,5 por ciento entre 1990 y 2005, lo que es una evolución menor a la de Estados Unidos –solo alcanzada por Chile— y Uruguay en ese período tuvo una caída del 14 por ciento.
El motor de los productos primarios –commodities-- ha permitido disimular el contrapeso de las dificultades en productividad, que si bien tiene fundamentalmente sus deficiencias más agudas en el plano de los servicios, de acuerdo a este informe, se manifiestan en prácticamente todas las áreas y comprende particularmente a las pequeñas empresas, por lo que en principio podría estimarse que estaríamos ante un problema menor que no tiene mayor incidencia en la economía del país.
Pero ocurre que las PYME son vitales en nuestro esquema socioeconómico, ya sea en servicios como en las áreas productivas propiamente dichas, y nuclean la mayor parte de la fuerza laboral, por lo que la baja productividad tiene una incidencia significativa en el crecimiento económico, es decir que se está trabajando con costos “inflados” que derivan en una venta de bienes y servicios más caros, y por ende dificultando su acceso a la población. De hecho, cuando se habla del crecimiento económico del país suele omitirse –y en esto los sindicatos son expertos—que las exportaciones siguen siendo de las mayormente de productos primarios y de las grandes empresas, pero para el 90% de las pequeñas industrias, precisamente las PYME, la situación es bien diferente. Mientras tanto se las sigue presionando para “repartir la riqueza” que no les llega al tiempo que se las obliga a pagar salarios en función al “crecimiento del país”, y se las exprime al máximo por la vía tributaria.
Ante este diagnóstico es indudable que debería atenderse el problema con medidas específicas, a través sobre todo de un apoyo condicionado a los resultados de los emprendimientos, además de procurar la implementación de incentivos fiscales y la capacitación de los empresarios del sector, los que a menudo deben desdoblarse entre la gestión de sus empresas y desenvolverse lo mejor posible en el rubro específico en que actúan.
A la vez, están compitiendo con empresas que tienen una mejor competitividad y lo que hacen las más de las veces para compensarlo es trabajar total o parcialmente en negro, lo que lejos de ser una solución incorpora un elemento distorsionante que conspira contra el mejor desenvolvimiento de la economía del país.
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