Paysandú, Sábado 11 de Diciembre de 2010
Opinion | 10 Dic Según se desprende de pruebas internacionales de evaluación, el 42 por ciento de los estudiantes uruguayos de 15 años no tiene los aprendizajes básicos necesarios para integrarse a la sociedad, en tanto Uruguay es el cuarto país con más repetición de los 65 examinados a través de este sistema.
Indica el informe que en el área de lenguaje, el 42% de los estudiantes de 15 años no supera el “umbral de competencia”, mientras que en matemáticas el 48% está por debajo de ese límite y en ciencias el 42,6% tampoco lo alcanza.
En contraste, el promedio de alumnos que no sobrepasa este umbral mínimo es de 20% en los 33 países que integran la organización de comercio internacional OCDE (los más desarrollados), por lo que en este aspecto Uruguay se ubica incluso por debajo de países a los que supera en el promedio global de las pruebas de evaluación. México, por ejemplo, tiene al 40% de sus alumnos por debajo del umbral en la prueba de lectura, dos puntos porcentuales menos que Uruguay. Todo esto indica que hace rato que dejamos de ser “la Suiza de América”, al menos en lo que a educación se refiere, y al parecer nos estamos acercando cada vez más a África que a Europa.
Precisamente según los parámetros que se tienen en cuenta en esta evaluación, los alumnos bajo el umbral de competencia “no son capaces de hacer inferencias ni deducciones en las pruebas de lectura y sólo comprenden textos cortos y relacionados con un contexto que les sea familiar”. En matemáticas, “sólo hacen operaciones conocidas y no generan estrategias propias para resolver problemas”.
Los datos surgen del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) 2009, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el que se realizó en Uruguay a través de la Administración Nacional de Educación Pública (Anep), y el informe final fue presentado oficialmente el miércoles por las autoridades del Codicen. Según el estudio, la proporción de alumnos con mal desempeño ha aumentado de forma sostenida desde 2003 a 2009.
Por supuesto, estos indicadores no pueden constituir una sorpresa para nadie que más o menos esté vinculado de alguna forma a la enseñanza en el Uruguay y tampoco a quienes en el contacto diario, por la actividad que sea, tenemos la posibilidad de constatar el serio déficit en educación que padecen nuestros estudiantes, sobre todo en las áreas básicas mencionadas en el informe de PISA.
De acuerdo a los datos disponibles en nuestro país, mientras en 2003 el 21,1% de los estudiantes evaluados no superaba el umbral de competencia simultáneamente en las tres áreas evaluadas (matemáticas, lectura y ciencias), en 2006 ese porcentaje alcanzó al 26,1% de los estudiantes y en 2009 llegó al 29,6%. En seis años, el promedio de alumnos con mal desempeño en las pruebas creció casi el 50%, y a pesar de que Uruguay mejoró en 2009 el resultado en la prueba de lectura con respecto a 2006, aún no recuperó el valor de 2003, el más alto que se ha registrado desde que Uruguay toma parte en las evaluaciones internacionales, que se llevan a cabo cada tres años.
En 2009 el puntaje en lectura fue de 426 (el promedio de la OCDE es de 496 puntos), mientras que en 2006 fue 413 y en 2003 había llegado a 434.
Pero al fin de cuentas, situar internacionalmente en resultados el nivel de la enseñanza en nuestro país en estas áreas tiene un valor relativo, desde que el problema serio lo tenemos hacia lo interno, es decir el sostenido descaecimiento de la calidad de una enseñanza que está no solo desactualizada en cuanto a la formación para la inserción laboral, a partir de educación secundaria y etapas siguientes, sino que ha retrocedido, la deserción ha aumentado y refleja una caída en valores que no puede traducirse únicamente en las pruebas de matemáticas, lectura y ciencias.
Lamentablemente, seguirán sucediéndose, tal como están planteadas las cosas, estos resultados de las pruebas PISA, dado que el énfasis del gobierno no está puesto en mejorar la calidad de la educación sino en facilitarle las cosas a los estudiantes para que artificialmente alcancen la graduación, ya sea simplificando los programas, dando facilidades infinitas para la reinserción de los rezagados o de los que directamente no les interesa ir a un centro de estudios a estudiar o practicando una tolerancia infinita para los educandos.
Y este rezago no se subsana simplemente con mayor afectación de recursos, como reclaman los gremios –sobre todo dirigidos a mejorar salarios—sino que debe comenzarse por jerarquizar la educación, que es un camino diametralmente opuesto al que se transita, por el cual no solo no se logra la tan mentada inclusión social sino que por el contrario, lo que se logra es mayor exclusión de los jóvenes que egresan del sistema educativo sin siquiera poder interpretar un texto.Esto demanda un replanteo fundamental en todos los niveles de la educación, pasando primero por el diagnóstico, para pasarse luego a determinar los objetivos y luego los mecanismos para lograrlos, lo que por ahora no se ha planteado, como si el tiempo sobrara y no se estuviera comprometiendo aún más el futuro del país.
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