Opinion | 07 Dic Durante décadas y a consecuencia de la imprevisión y políticas erráticas, la Dirección Nacional de Bomberos, con sus destacamentos distribuidos en todo el país, ha sido la gran olvidada desde el punto de vista presupuestal. Salvo contadas excepciones, las diferentes dependencias adolecen de falta de personal, equipo individual y vehículos adecuados para responder ante emergencias de grandes proporciones.
Desde hace algunos años, con la creación de un Sistema Nacional de Emergencias y una mayor asignación presupuestal, la institución experimentó una leve mejoría que le permite –por ejemplo—trabajar con mayor efectividad frente a siniestros de gran envergadura, como los que año a año se desatan en las zonas boscosas de la costa atlántica, así como en las áreas forestadas.
Por largos períodos, el Destacamento sanducero supo de escasez de personal y equipo, pero en muchos casos gracias al aporte de la sociedad sanducera y la vocación de servicio de los funcionarios, logró mantenerse a flote y actuar a la altura de las circunstancias, aun cuando muchos de sus funcionarios deben cubrir extenuantes guardias e incluso trabajar en sus horas libres. Además, cuenta con el invaluable apoyo de un grupo de bomberos voluntarios que recientemente obtuvo su personería jurídica y que permanentemente ofrece su desinteresada colaboración.
Recientemente, en el marco de una nueva apuesta estratégica, la Dirección Nacional de Bomberos confió a los funcionarios sanduceros la responsabilidad de convertirse en referentes regionales y, con la ayuda de funcionarios zafrales, estar a la orden frente a posibles siniestros importantes en todo el Litoral. Con este cometido se incorporó un coche bomba multifunción, de gran capacidad, así como equipo para los efectivos.
La responsabilidad es enorme y los meteorólogos auguran un verano particularmente seco. El profesionalismo de los bomberos sanduceros está harto probado, pero lo fundamental será que la población asuma, sin excepciones, el compromiso de respetar el Edicto del Fuego y evitar que los próximos meses se conviertan en un infierno para los funcionarios que acaban de asumir otro gran desafío.