Opinion | 10 Dic ¿Qué pasaría si los bomberos hicieran paro y no combatieran incendios ni atendieran otras catástrofes? ¿Y si la policía hiciera lo mismo y no hiciera nada si ven hurtar, rapiñar o matar a las personas? ¿Y si los médicos en sus paros incluyeran la cláusula de no atender ni urgencias ni a los pacientes internados?
Y sin embargo, cualquiera de estos gremios podría afirmar que sus sindicatos decidieron tomar ese tipo de medidas y, por tanto, como la unidad sindical no debe resquebrajarse, más allá de leyes y hasta del sentido común, deben continuar adelante con las medidas, porque para eso las mayorías son las que deciden las medidas de lucha.
Nadie puede, de hecho, desconocer la legitimidad de la lucha sindical cuando esta está orientada a la defensa del salario, las condiciones de trabajo y los derechos de los trabajadores. Indudablemente, el movimiento sindical uruguayo, a lo largo de las décadas, ha ido obteniendo mejoras sensibles para los trabajadores, que han beneficiado su modo de vida y en consecuencia también han contribuido al crecimiento de la sociedad.
Ahora, tampoco hay que dejar de exponer la dictadura de los sindicatos, entendida esta por acciones totalitarias sin el más mínimo respeto por el resto de la sociedad. El caso de Adeom en Montevideo es paradigmático desde que dejaron sin recolección de residuos durante una semana a la capital, de más de un millón de habitantes. Y todavía, como si eso no fuera suficiente locura, ahora intentan resistir el decreto presidencial de esencialidad, dictado de acuerdo con las leyes, la Constitución e incluso la normativa de la Organización Internacional del Trabajo.
Con 700.000 kilos de basura desparramada por la ciudad, con el peligro sanitario que ello implica, con la posibilidad latente de enfermedades o hasta epidemias, ¿qué otra cosa se le podía demandar al gobierno que actuar con mano firme? ¿O es que se entiende que un gobierno de izquierda debe ser rehén de las dirigencias de algunos sindicatos?
El totalitarismo debe ser fuertemente combatido, provenga de donde provenga. Los pequeños dictadores disfrazados de defensores de los trabajadores también. Porque nadie puede pretender que los reclamos salariales provoquen la quiebra de empresas o la necesidad de paternalista ayuda del gobierno, como sería el caso de la Intendencia de Montevideo si accediera a los fantasiosos reclamos de Adeom.