Paysandú, Miércoles 15 de Diciembre de 2010
Locales | 12 Dic En la primera década de este año 2010 que se acerca rápidamente hacia su final, se celebró el centenario de un hecho muy importante en la historia de la humanidad, cuando el hombre pudo hacer realidad su viejo sueño de volar como un pájaro. Es un plazo muy breve, en esa larga historia, que asombra por la rápida sucesión de hechos destacados.
Transcurrieron sólo siete años del vuelo de los hermanos Wright y cuatro de las experiencias de los dirigibles y aviones del inventor brasilero Santos Dumont, para que a Paysandú le tocara contemplar en el aire a uno de los modelos más populares, inventados por el francés Louis Blériot, y verlo volar por primera vez en el Uruguay.
Desde comienzos del siglo pasado, llegaban revistas europeas mostrando las experiencias que se venían realizando, planos de raros aparatos que muy pocas veces tenían éxito en su posibilidad de vuelo, aeróstatos que se elevaban a grandes alturas y también información de sacrificios humanos por sus arriesgados tripulantes.
Hacia fines de 1909, en Montevideo, se les ocurre a dos hermanos de apellido Escofet, construir uno de esos “raros aparatos” y así nació el “Escofet 1”. Obtuvieron un motor, piezas de repuesto y una hélice. Reiteradas corridas y carreteos no dieron sus frutos, por lo que construyen algo mejor, el “Escofet 2” en Buenos Aires, donde la aviación comenzaba a tomar un incipiente avance.
En setiembre de 1910, se intentó realizar en el Parque Central de Montevideo una “Semana de la Aviación”. Se trajo vía Vapor de la Carrera un avión Blériot y se pensaba utilizar el Escofet 2. Un estruendoso fracaso ocurre con la anunciada “semana” pues no pudieron volar ninguno de los dos aviones, lo que produjo un ruidoso descontento popular. Uno de los constructores del Escofet poco después se dispone a volar, logrando despegar y tomar altura a unos 15 metros, recorriendo unos doscientos en línea recta, pero se le desprendió una parte del motor, cayó abruptamente y se destrozó el aparato. El piloto resultó con una pierna fracturada y otras lesiones. Terminaron allí sus andanzas aeronáuticas.
LA AVIACIÓN EN BUENOS AIRES
En el Aero Club de la Argentina, que tenía una importante actividad en vuelo con globos de diferentes tipos y tamaños, se seguía con mucho interés la evolución de la aviación de varios países especialmente europeos. Y con motivo de los festejos del primer centenario de la Independencia del país, como uno de los actos importantes realizados en ese año 1910 se resolvió traer contratados a pilotos y mecánicos, franceses e italianos entre otros, para volar y enseñar a volar.
Traen varios modelos de aviones que asombran a los porteños con sus vuelos sobre Buenos Aires. El ingeniero Jorge Newbery, un importante aerostero local, tiene una activa participación y promoción de las actividades aéreas.
Uno de los ocho pilotos y mecánicos, el francés Armand Prévost, finaliza su curso de vuelo en la capital argentina.
EL ESPÍRITU DE PAYSANDÚ
Recordamos que durante más de cincuenta años se habló de un mito o leyenda relativa al “Espíritu de Paysandú”, referido al comportamiento de los sanduceros como sociedad, especialmente por sus iniciativas, triunfos deportivos, sociales, culturales, que llevaron a sus habitantes a cultivar un espíritu progresista, a crear industrias, con el consiguiente bienestar de sus pobladores.
Don Fernando Borrell era un comerciante de la época. Según el aviso publicado en la página 6 del diario inaugural de “El Telégrafo” del 1º de julio de 1910, Borrel tenía una importante casa --“la mejor surtida de la localidad”-- y se daba el lujo de no poner la dirección, pero sí que tenía “los dos teléfonos”. Estaba ubicada en las actuales Leandro Gómez y 19 de Abril. A este señor se le ocurrió --según él mismo manifestó en reportajes a la prensa-- patrocinar la venida de alguno de esos aviones a volar en Paysandú, “con la condición de que fuera la primera ciudad de la República que tuviera la primacía de ver volar los monoplanos Blériot”.
Leemos en “El Paysandú”, diario de la tarde que dirigía Juan B. Speroni, de fecha 23 de noviembre de 1910, Nº 10.991, que Borrell anunciaba definitivamente: “los aviones vendrían el 4 de diciembre, día que tengo resuelto para hacer el primer vuelo en Paysandú”.
“-¿Dónde tendrán lugar los vuelos?” Pregunta el periodista. Le responde: “con seguridad no puedo decirle, pero he visto ya varios lugares apropiados que muy bien podrían ser: la Parada Santa María, el Hipódromo o la Sociedad Rural que son a mi parecer los lugares más adecuados”.
“-¿Tiene Ud. confianza en el éxito?” “-Ya lo creo, tengo absoluta seguridad del mayor de los éxitos en todo sentido, primero porque conozco Paysandú y su entusiasta población, y sé también que sabrá responder al llamado haciendo acto de presencia en masa para contemplar el espectáculo más hermoso y más sugestivo que en la actualidad tenemos, y finalmente por la bondad de los aparatos y por la presencia de los intrépidos aviadores, probada durante cuatro meses en el hangar de “Villa Lugano” en Buenos Aires, lugar destinado para los concursos de aviación”.
“-Dijo un diario local que tuvieron un accidente en Uruguay al pretender probar el aparato”.
“-Es verdad --continúa Borrell--, pero el accidente fue lo que vulgarmente decimos una desgracia con suerte, porque al salir ileso el valiente aviador, dio ocasión al intrépido Prévost de poner a prueba su aparato y sangre fría, consiguiendo desde los 55 metros donde se había elevado, hacer un descenso sereno y tranquilo, con lo que demostró un dominio completo de la máquina”.
Como ya fuera trascripto en excelente nota del suplemento Quinto Día el pasado 12 de setiembre, dice El Telégrafo el 28 de noviembre: “Ayer se realizaron en la vecina ciudad de Concepción del Uruguay los anunciados vuelos en monoplano Blériot. Según se nos informa, acudió a presenciar el novedoso espectáculo una concurrencia numerosísima, que aplaudió y ovacionó con entusiasmo al intrépido Prévost. El aviador realizó dos ascensiones recorriendo ocho kilómetros y remontándose a 150 metros, efectuando los ‘decollages’ y ‘aterrizaje’ (ascenso y descenso) con toda felicidad. El próximo jueves Prévost hará otro espectáculo en vista del entusiasmo reinante y del éxito que obtuvo ayer. Después vendrá a Paysandú desde Uruguay en su monoplano bajando en el sitio elegido aquí para los próximos vuelos. En el Vapor de la Carrera llegaron hoy a esta ciudad con el objeto de elegir terreno adecuado, el señor H. Brabovw, propietario del aparato y el aviador L. Prévost”.
LOS VUELOS EN EL VIEJO HIPÓDROMO
Siempre refiriéndonos a las páginas de EL TELEGRAFO, el 29 de noviembre leemos que “El 4 de diciembre habrá servicio de trenes al Hipódromo con motivo de las pruebas de aviación con monoplano que anuncia el aviador francés Mr. Prévost. Salida del primer tren de Estación Paysandú 3 pm, salida del último tren del Hipódromo, 7 pm. Pasaje de ida y vuelta ps. 0.20.”
Se anuncia también que vendrán trenes extraordinarios de Salto y Paso de los Toros y varios vapores de Colón y Fábrica Colón.
Decía un colega salteño: “las pruebas de aviación que L. Prévost hará en esta ciudad tendrán lugar los días 7 y 8 de diciembre. El primero de estos días espera efectuar pruebas de velocidad y elevación ante un grupo de personas invitadas y el día siguiente para el vuelo hasta Concordia”.
Al final de tanto anuncio, Prévost vino desde Concepción del Uruguay en el vaporcito “Doli” fletado expresamente, pero no pudo cumplir “por razones de fuerza mayor” con sus vuelos del 4 de diciembre, “y 120 excursionistas que vinieron de Salto en tren expreso recibieron un soberano chasco, cuando al llegar a Paysandú supieron la triste nueva de que Prévost y su aparato todavía estaban en Concepción”.
El 7 de diciembre se informa que “mañana por la tarde se realizarán las anunciadas pruebas”. El dato importante es que ese día estuvo lista la máquina ya que el motor se resistía a funcionar como era debido, resolviendo cambiar el motor por otro que traía de repuesto.
A las 7 de la tarde realizó un ensayo ante los periodistas locales y un corto número de invitados. Cumplió dos vuelos a baja altura y de breve duración, “logrando transmitir a los presentes que por primera vez veían un aeroplano en el aire, la profunda emoción que produce el espectáculo aún entre los espíritus más apáticos”.
El 8 de diciembre finalmente se prepararon los vuelos públicos de Prévost. A la postre se transformaron en un fiasco, pues el programa debía empezar a las 5 y recién a las 6.30 Prévost comenzó los preparativos. Realizó varios vuelos a una media docena de metros de altura, pero el público quería más, a lo que Prévost respondió con bastante felicidad con un nuevo vuelo llegando hasta frente a la tribuna del público, viró hacia el sur y con tan mala suerte que al llegar muy cerca de una laguna que se hallaba a unos doscientos metros del Hipódromo se vino de cabeza, quebrándose un ala, la cola y parte del aparato.
Los periodistas fueron muy críticos con el desempeño del piloto en ese segundo día, y toda clase de chanzas e inclusive improperios le fueron adjudicados. El piloto explicó que el fuerte viento reinante fue el motivo de sus pobres vuelos. Anunció para próximos días un espectáculo gratuito, pero el viento continuaba muy fuerte, y debió viajar a Salto, el día 21, donde tampoco pudo cumplir con su intento de unir a esa ciudad con Concordia por el fuerte viento reinante.
En el diario EL TELEGRAFO el cronista hace un comentario muy contundente: “Mr. Prévost no reúne todavía las condiciones indispensables a un buen piloto. Le falta dominio del aparato, audacia y serenidad.”
EL AVIÓN EXISTE
Los días 7 y 8 de diciembre se realizaron pues en Paysandú, en tan especiales circunstancias, los primeros vuelos de un avión en el Uruguay. Lo más interesante es que el Blériot utilizado existe, “está vivo” descansando en el Museo Nacional de Aeronáutica de la Argentina, en el aeródromo de Morón. En una carta publicada por el diario “La Prensa” de Buenos Aires el día 3 de octubre de 1959 el Sr. Emanuel J. Maury --en ese momento uno de los pocos pioneros sobrevivientes de la aviación argentina-- expresa que fue el donante al Museo de esa reliquia histórica y de su relato se deduce la historia. En lo que respecta a nuestra nota, dice que “el aparato de vuelta fue comprado por Herman Drabobo, que organizó una gira por Paysandú, Concepción del Uruguay, etcétera, con M. Prévost como piloto y el suscripto como colaborador. La gira fue un fracaso completo, quedando el avión embargado por gastos de transporte o deudas”.
“Pasados unos años el aparato reapareció en Villa Lugano. Fue de propiedad de Jorge Newbery, pasó a Francisco Rada, quien lo vendió al señor Hartrich que me lo trajo en marzo de 1914 a mi taller especializado en mecánica de aviación. Realizados los trabajos el señor Hartrich no apareció más y quedó el avión en mi poder. Consciente del valor histórico del aparato decidí conservarlo, lo colgué de los travesaños del techo y puse los dos pares de alas en la pared. Así estuvo quince años y lo bajé sólo una vez para facilitarlo a Florencio Parravicini cuando estrenó su pieza ‘El Ultimo Vuelo’, ocasión en que le cortaron las alas por no caber en escena”.
Posteriormente el Sr. Maury lo ofreció en donación al Museo de Aeronáutica y la empresa Aerolíneas Argentinas se hizo cargo de los gastos de su completa y total restauración.
EL AVIADOR
El destacado historiador argentino Antonio M. Biedma en su libro “Crónica Histórica de la Aeronáutica Argentina” expresa que Armand Prévost fue presentado en los salones del Aero Club Argentino el 10 de febrero de 1910 junto a otros compatriotas “con ponderables antecedentes como piloto” pese a su ocupación inmediata como mecánico. Y continúa: “A efectos de evitar equívocos y restablecer en cierto modo la verdad histórica, debe señalarse que aparte del ingeniero Aubrun, ninguno de los nombrados era titular del clásico brevet cuya obligatoriedad establecía precisamente a fines de 1910 el Aero Club de Francia como requisito indispensable para participar en actos de su patronazgo”.
“Armand Prévost y René Volant, volvieron a Francia. Sus nombres nunca fueron registrados por las crónicas. Sin embargo cuando vinieron a nuestro país ya eran conductores de aeroplanos”.
El diario “La Nación” de Buenos Aires hace una referencia muy interesante sobre Prévost el 12 de noviembre de 1910: “Ayer en el Hipódromo Argentino donde se corría el Gran Premio Carlos Pellegrini, Cattáneo hizo varias demostraciones de su maestría con el avión Blériot de su propiedad. Durante el descanso de este aviador en Villa Lugano antes de partir para el Hipódromo, salió a efectuar ensayos con su monoplano Blériot Motor Anzani de 25 HP el aviador M. Prévost. Este que hace poco ha terminado su aprendizaje de piloto comenzó a realizar algunos pequeños vuelos en línea recta y con virajes a una altura no mayor a los 8 metros. Los progresos de este aviador también son rápidos y sin ninguna duda se distinguirá muy pronto en las exhibiciones públicas que se anuncian”.
También el mismo diario al día siguiente, domingo 13 de noviembre continúa: “Ayer en Villa Lugano en los intervalos de los vuelos de Cattáneo el aviador M. Prévost ensayó su monoplano Blériot Anzani de 25 HP. Consiguió elevarse repetidas veces con suma facilidad y efectuó dos circuitos a 12 metros de altura”.
EPÍLOGO
Hemos querido destacar y homenajear la figura del intrépido y arriesgado aviador francés Armand Prévost, el primero en volar en el Uruguay al mando de un frágil avión Blériot de solamente 25 HP de fuerza, en el viejo Hipódromo de Paysandú, los días 7 y 8 de diciembre de 1910, hace un siglo. Vendría después el desarrollo vertiginoso de la aviación, su uso en las dos guerras mundiales, los raíds de vuelo entre los continentes, los maravillosos Zeppelines, hasta el desarrollo inconmensurable de hoy en día, en que el hombre ha podido llegar a la Luna, viajar en pocas horas de un punto a otro del mundo, y sin que sepamos o podamos con certeza decir cuáles serán los pasos que la técnica aeronáutica continuará dando.
Juan Bosco Oberti
Secretario General de la Academia Uruguaya de
Historia Aeronáutica
Bibliografía consultada:
Génesis de la Aviación Argentina - Julio Víctor Lironi.
Crónica Histórica de la Aeronáutica Argentina - Antonio M. Biedma R.
Gaceta de la Aviación - Uruguay – Nº 8, Mayo 1989.
Diario El Telégrafo - Paysandú – Diciembre 1910
Diario “El Paysandú” - Paysandú - Noviembre-Diciembre 1910.
Diario “El Pueblo” - Paysandú - Diciembre 1910.
Diario “La Nación” - Buenos Aires - Noviembre 1910.
Historia de la Fuerza Aérea Uruguaya - Juan Maruri 1995.
Revista PBT - Buenos Aires - Febrero 1910.
Libro del Sesquicentenario de 1830 - Montevideo - Tomo I.
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Este es el avión BLERIOT XI que se encuentra en primer término, como para dar la bienvenida al visitante, en uno de los hangares del Museo Aeronáutico de Morón, Argentina. En oportunidad de una visita de la Academia Uruguaya a los hermanos argentinos, el autor de esta nota se sacó una foto junto a él. El avión está “muy paquete” pues fue refaccionado y puesto a nuevo hace unos años. Lástima que debajo de sus alas se haya dibujado la clásica cucarda de los aviones militares argentinos, con la bandera nacional. Este avión nunca las lució en su vida útil, era civil, lo que hicimos notar a las autoridades del Museo, para su conocimiento.
Buscamos por años fotos del vuelo en Paysandú pero hasta ahora no tuvimos éxito. Nos hubiera gustado no mostrarlo en ese hangar, sino volando en Paysandú, pero tal vez por la apatía que hemos mantenido en más de medio siglo respecto a nuestras cosas del pasado, se nos perdieron para siempre los negativos de las tantas fotos que Mautone, tal vez Loperena, tal vez Alassio seguramente sacaron… y que no conocemos hasta ahora.
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Hace unos años en un viaje a París, encontramos en un mercadillo muy concurrido los domingos en la Avenida de los Campos Elíseos, esta foto que de inmediato nos llamó la atención: una postal circulada a Buenos Aires en diciembre de 1913 con una excelente foto de Louis Blériot. La compramos y hoy la damos a conocer, como homenaje al inventor del famoso monoplano que llevó su nombre, a finales de 1908, realizando con él exitosamente su primer vuelo el 23 de febrero de 1909, dándole el nombre de Blériot XI.
Con él ganó el 25 de julio de 1909 el concurso para quien uniera por primera vez por vía aérea Francia con Gran Bretaña, y lo hizo entre Calais y Dover el 25 de julio de 1909, ganando de premio 1.000 libras esterlinas.
El avión y su constructor se hicieron famosos en todo el mundo, al punto de recibir pedidos por varios cientos de ejemplares de su modelo.
Se muestra en la postal claramente lo precario de los medios utilizados: un refuerzo metálico para el caso de caer y darse vuelta el aparato, como protección para el piloto y una simple silla muy liviana para sentarse.
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