Paysandú, Sábado 25 de Diciembre de 2010

“Solución” absurda que nos toca de cerca

Opinion | 20 Dic En las últimas horas los sanduceros nos hemos enterado por EL TELEGRAFO que de acuerdo a una disposición de la Dirección Nacional de Migraciones, los matrimonios que viajen al exterior con sus hijos, aun para hacer el clásico cruce a Colón, deberán presentar una partida de nacimiento del menor emitida no más de treinta días antes de su presentación, en tanto la libreta de matrimonio que se exigía anteriormente no servirá como documento comprobante.
Este requisito, por razones de instrumentación, regirá a partir del próximo 1º de enero y tendrá vigencia para toda salida de fronteras, incluyendo hacia los países vecinos Argentina y Brasil, y aparentemente tendría su origen en problemas surgidos con el tráfico de menores.
Como es de suponer, en un país donde todo se maneja desde atrás de un escritorio en Montevideo, la burocracia se las ingenió una vez más para “solucionar” un problema puntual –probablemente hasta haya sido una situación aislada—con medidas absolutas que perjudican a miles de ciudadanos.
Al parecer las razones que justifican esta decisión se basan en casos como el de un niño que lleva el apellido de su padre biológico, incluso con la documentación que así lo indique, pero que luego es adoptado por otra persona que le da su apellido.
Muchas veces estos cambios no están actualizados en la libreta matrimonial y eventualmente tampoco está registrado en las partidas de nacimiento emitidas antes de la adopción, por lo que se decidió entonces invalidar la libreta de matrimonio como documento suficiente y exigir la presentación de la partida de nacimiento para los menores, pero que caduca cada 30 días.
De esta forma nos encontramos ante la contradicción de que un documento que es reconocido en todo el mundo, como el pasaporte, es válido por cinco años mientras que para Migraciones de Uruguay lo único que sirve es una partida de nacimiento, que caduca a los 30 días.
Seguramente las nuevas disposiciones provocarán un grave perjuicio a muchos matrimonios sanduceros, que para tener la certeza de poder cruzar con sus propios hijos en cualquier viaje relámpago a Colón, así sea a comer una pizza, deberán agendar la renovación del documento exigido todos los meses, más allá del costo del trámite administrativo y el tiempo que insume realizarlo.Y cuando se habla desde el gobierno de “más y mejor Mercosur” nos encontramos con que en el bloque el libre tránsito de personas y bienes es una caricatura de lo que debería ser, porque en los pasos de frontera –no solo en Uruguay-- se cultiva frecuentemente la tesis de que cuanto más difícil mejor, y se alternan las manos de cal y de arena. La prueba la tenemos en Paysandú, con un puente internacional que ya de por sí es de “trámite lento” y en donde frecuentemente hay horas de espera para cruzar, aun cuando son pocos vehículos haciendo cola, pero en lugar de agilizar las cosas lo que se busca es hacerlo cada vez más complicado. Lejos estamos del modelo de la Unión Europea –en la que se inspiró el Mercosur-- donde los ciudadanos de cualquier país del bloque atraviesan fronteras de la misma forma en que acá cruzamos un límite departamental. Con resoluciones como éstas en lugar de avanzar en esa dirección, retrocedemos a pasos agigantados.
Lo peor de todo es la ignorancia del burócrata que dedica todo su tiempo y esfuerzo aa inventar cosas como éstas, el cual visualiza el país en un mapa sobre su escritorio y cree que como en Montevideo basta controlar el puerto y el aeropuerto para tener la certeza que todo funciona como lo planeó, seguramente también funcionará más allá del Santa Lucía.
Pero jamás se imaginó que desde Colonia hacia el norte el río Uruguay “es un colador” a decir del prefecto nacional naval Federico Level, porque la Prefectura uruguaya no tiene medios para controlarlo. Quien esté en el tráfico de menores lo único que tiene que hacer por acá es subirse a un bote y remar unos pocos cientos de metros y ya estará en suelo extranjero, como de hecho lo hacen muchos contrabandistas y traficantes de drogas. Más absurdo aún es el hecho de que en Rivera y el Chuy la frontera es una simple avenida que con solo cruzarla a pie ya se está en Brasil. No es muy diferente en Artigas, donde el río limítrofe es apenas un arroyo o en Yaguarón, además de los cientos de kilómetros de límite seco donde el control oficial es más bien simbólico.
Entonces el procedimiento infalible para evitar el tráfico de menores al único que perjudica es al ciudadano inocente, porque el que está con las manos sucias sigue haciendo lo que quiere delante de las narices de Migraciones, Aduanas, Prefectura y la Policía, sin que puedan hacer nada para detenerlo. Así fue y seguirá siendo la realidad de la frontera. Sería bueno que alguien se lo explique.


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