Locales | 26 Dic La rutina parece ser la misma. Durante el día, correr de aquí para allá, terminando los preparativos para Nochebuena. Las últimas compras, los últimos arreglos, la última pasada por la peluquería, la compra de alguna otra bebida (tan solo por las dudas). Después, los hombres a la parrilla, a encargarse del asado, y las damas a la cocina, para preparar ensaladas, postres y bocadillos.
Siempre son especiales las fiestas, pero la de Nochebuena tiene algo especial, tiene un espíritu particular que no cesa de reaparecer año a año. Quizás sea por los adornos, quizás porque es una de esas especiales ocasiones en que se reúne la familia, quizás porque los amigos que viven lejos finalmente se sientan en la misma mesa. Sea por lo que sea, es de esas noches en que todo está bien, en que disfrutar se hace muy fácil.
Todo pasa demasiado rápido y casi con urgencia llega la medianoche, el momento del brindis por una feliz Navidad, de los abrazos sinceros y apretados, de los besos tiernos en la mejilla, de alguna lágrima que porfiadamente se escapa en recuerdo de alguien que ya no está. Y después, a tirar las bombas, a encender los fuegos artificiales. Alegría, llegó Navidad.
Un poco de sobremesa, tiempo de postres, y esas sed que no cesa. Poco a poco los jóvenes comienzan a prepararse. Una ducha, ropa nueva, cuidadosos peinados. Y la despedida de la mesa familiar. Porque lo que sigue es la fiesta en los centros nocturnos, en los bailes, en las calles. La Navidad, después de todo, recién comienza.
La Navidad 2010 no solamente fue divertida, sino también fue “blanca”, no por la nieve como en el hemisferio Norte sino porque hubo menos accidentes e incidentes, un punto a favor de todos los que eligieron salir en la noche del viernes al sábado, porque la diversión fue la consigna. Y eso, eso también es Navidad.