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Paysandú, Martes 28 de Diciembre de 2010

PAYSANDÚ INTERIOR

El día que Mevir nos entregó la casa

Locales | 24 Dic Les tocó la vivienda 4, ubicada al sur del complejo Mevir II recientemente inaugurado en pueblo Porvenir. Primero se anotaron en el plan con la esperanza de ser sorteados, aunque confesaron que ni de casualidad se les cruzaba por la cabeza que iban a obtener la casa. Hicieron todo el proceso de obra y hoy no esconden su profunda emoción. Es que después de toda una vida llegaron a concretar el sueño de la casa propia.
Marta Anchorena (78) y Juan Alberto Mosqueira (71) son un simpático matrimonio, que tras una larga vida de sacrificios lograron el techo propio. Criaron ocho hijos y son abuelos de catorce nietos. Don Alberto trabajó 53 años en la Facultad de Agronomía “Mario E. Cassinoni”, mientras que Marta es ama de casa.
Una vez culminada la ceremonia de inauguración del complejo, estos gentiles abuelos se animaron a contarnos parte de una historia de entrega, lucha y dedicación. Según relataron, vivían en una casa en el predio de la Facultad de Agronomía, pero don Alberto se jubiló y no tenían dónde ir a vivir.
“Fue así que nos anotamos en el plan II de viviendas de Mevir en pueblo Porvenir”, comentó Marta.
“Imagine que todo esto para nosotros se trata de una alegría enorme. Definitivamente inimaginable. Tener la casita de uno, como podrá darse cuenta usted, no es poca cosa. Fíjese que es un sueño hecho realidad, porque con ocho hijos fue difícil criarlos y ahora no encontramos palabras para demostrar tanta felicidad. Hoy por suerte ellos están todos casados e increíblemente nosotros estrenando casa”.
Entre risas, Marta sostiene que el día más complicado para ella en la obra fue cuando no supo atar las varillas para el encofrado. “Fue cuando tuve que hace el ocho, no había forma y no me salía. Esa fue la más brava para mí. Por suerte con el guía pude aprender, aunque me costó mucho porque no le podía agarrar la mano”, relató.
Marta, como los demás beneficiarios, pintó el lambriz de los cielorrasos y realizó trabajos livianos, en tanto don Alberto hizo de todo: mezcla, cargar ladrillos en la carretilla, rellenar vigas.
“Cuando nos dijeron que salimos sorteados no lo podíamos creer”, dijo el hombre con sus ojos llenos de lágrimas. Marta confesó que “particularmente yo no creía que íbamos a salir, pero mi esposo sí tenía fe de que nos iba a tocar una casa. Si bien la alegría es inmensa van a esperar un poco más para habitar la vivienda. “Por lo pronto dejamos pasar las fiestas y quizás a principio de año nos mudemos”, concluyó.


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