Paysandú, Miércoles 29 de Diciembre de 2010
Opinion | 22 Dic Con la a esta altura certeza absoluta de que el cincuentenario modelo cubano se agotó y que el país está inmerso en una catástrofe inconmensurable, que compromete su viabilidad ya en el corto plazo, el presidente --de alguna manera hay que llamarlo-- cubano Raúl Castro dijo que hay que actualizar el inservible modelo socialista cubano y puso las cosas de esta manera: “o rectificamos o ya se acaba el tiempo de seguir bordeándole al precipicio. Nos hundimos y hundiremos el esfuerzo de generaciones enteras”, al mismo tiempo de advertir, para conformar a los recalcitrantes que se resisten a aceptar la realidad, que en Cuba no habrá un giro al capitalismo.
El mandatario isleño no estaba hablando en un almuerzo con amigos, sino que fue parte de su exposición en la clausura de la Asamblea Nacional, que en su última reunión del año se dedicó a analizar la situación económica del país y el proyecto de reforma para “actualizar” el modelo socialista cubano.
Lo que propone Castro, con el eufemismo de reformas, es lo mismo que “reformar” un viejo Ford T desvencijado para hacerlo una Ferrari Testarrosa, en una especie de autoengaño general para no reconocer directamente que lo que se había hecho y predicado como modelo paradigmático fue una gran mentira para atrapar incautos, muchos de los cuales hoy todavía siguen repitiendo el “no tocar a Cuba”. Es cierto, no hay siquiera que rozarla con un dedo porque se viene abajo como un castillo de naipes, porque siempre fue un gran delirio mantenido contra viento y marea con los miles de millones de rublos que durante años le proporcionó la ex Unión Soviética como forma de propaganda ideológica.
La hora de la verdad llegó cuando se derrumbaron la URSS y sus satélites y Cuba quedó librada a su suerte, como cualquier otro país, inclusive el nuestro, con un modelo que siempre hizo agua por todos lados y que ahora “se hunde”, un verdadero eufemismo cuando es notorio que no se puede hundir lo que nunca estuvo a flote, sino que simplemente sigue su camino natural hacia el fondo.
El plan que propone Castro para calafatear la economía del régimen es el recorte de más de un millón de empleos estatales en los próximos años. ¿Se imagina alguien a COFE enfrentada a esta “propuesta”?
La respuesta del sindicatote seguro sería un inmediato paro general por tiempo indeterminado, contra la declaración de esencialidad por las dudas y exigiendo que no se les descuenten los días no trabajados, además de un aumento salarial como indemnización por los malos momentos sufridos. De hecho, pararían al país entero.
Pero en Cuba ya no hay quien cree riqueza y la fantasía voluntarista de tantos años ha demostrado ser inaplicable, además de no existir un sindicato independiente que de alguna forma pueda cuestionar lo que decide el gobierno, que paradójicamente en teoría es de los propios trabajadores.
Pero en fin, con la expectativa de “ajustar” el modelo económico y hacerlo sostenible, el gobierno de La Habana pretende ya para 2011 eliminar los primeros 500.000 puestos de trabajo y ampliar las opciones para los privados, en el marco de una reestructura que en lo esencial pasa por abandonar el monopolio del Estado en la vida y destino de las personas en lo que refiere al trabajo, en procura de salir del corral de ramas en el que se encuentra Cuba desde que la “revolución” se quedó sin el apoyo económico, logístico y político de la desaparecida URSS.
Estas reformas incluyen además la ampliación del sector privado para absorber a la mayor parte de despedidos, apertura al capital extranjero, eliminación de subsidios y autonomía de la gestión empresarial, lo que como modelo socialista no parece responder a la tradición del paradigma que se “vendió” durante más de medio siglo por el régimen de Fidel Castro como el ideal al que debía llegar por lo menos toda América Latina, donde precisamente con ese fin incluso exportó la guerrilla como hizo con el Che Guevara en Bolivia.
Claro, prescindir de 500.000 empleos –4,5% de la población de 11,2 millones de habitantes-- solo puede hacerse compulsivamente en un régimen dictatorial que como toda dictadura, además, no solo tiene sombras, sino que también tiene alguna cosa buena: que no alcanza para compensar décadas de opresión. Pero como nunca en este caos se aplica el dicho de que el socialismo es el camino más largo entre el capitalismo y el capitalismo, porque Cuba trata de volver a lo que pretendió desterrar para siempre hacia medio siglo, siguiendo los pasos de su difunta creadora la Unión Soviética.
Las cárceles para los opositores políticos, los asesinatos, la conculcación de libertades y la propaganda de los eslóganes queda más que nunca como evidencia irrefutable de una de las mayores mentiras que ha vivido la humanidad desde que se tenga memoria, que no puede borrarse con un “nos equivocamos y vamos a probar otra cosa” a ver que pasa, porque en medio siglo de atraso hubo tiempo de aprender de los errores, con fracasos tan tremendos como no ser siquiera capaz de producir café y bananas para exportar, teniendo todas las condiciones naturales como para que estos cultivos broten como la gramilla en nuestros campos.
Lamentablemente en Uruguay todavía hay muchos que ven al agónico régimen cubano como el modelo ideal para nuestro país, y no dudan de enfrentar al propio gobierno de izquierda del Frente Amplio para torcer la línea en esa dirección. De lograr su objetivo, ¿habrá que sufrir 50 años de atrasos, postergaciones y pobreza generalizada para probar que acá tampoco funciona?
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