Paysandú, Domingo 09 de Enero de 2011
Opinion | 03 Ene En el ámbito del Poder Ejecutivo los últimos días del año no se enmarcaron en el ritmo anodino propio de esta época, cuando en el inicio de las vacaciones veraniegas --sobre todo para los montevideanos-- los funcionarios públicos y del gobierno dan la pauta de que poco y nada puede conmover el impasse y el ritmo del dolce far niente, porque todo puede esperar hasta después de febrero. Sin embargo, en este período se concretó una oferta que reviste suma importancia para nuestro país y su proyección en la región, ya que el presidente José Mujica recibió la propuesta de un consorcio de invertir en la construcción de un puerto de aguas profundas en el este del país, de acuerdo a lo manifestado por el prosecretario de la Presidencia, Diego Cánepa.
A través de esta propuesta, se promueve materializar una inversión del orden de los 3.500 millones de dólares, es decir la mayor afectación de capital con destino portuario que se ha dado hasta ahora en nuestro país.
El mandatario recibió en su despacho de la Torre Ejecutiva a los representantes de un consorcio a efectos de transmitirle esta propuesta, que no fue en esta oportunidad un hecho aislado ni por generación espontánea, sino que el presidente ha estado siguiendo esta iniciativa en los últimos meses, al punto que resolvió formar un grupo de trabajo, coordinado por la Presidencia de la República, con la participación de los ministerios de Economía, de Trabajo y de Obras Públicas, a efectos de recibir el planteo y realizar una evaluación y seguimiento para analizar las condiciones correspondientes.
Ante esta oferta, se desarrolló una reunión con el ministro de Transporte y Obras Públicas, Enrique Pintado, y el subsecretario de la cartera, Pablo Genta, junto con el subsecretario del Ministerio de Economía y Finanzas, Pedro Buonomo, y el secretario y prosecretario de la Presidencia, Alberto Breccia y Diego Cánepa respectivamente. En este encuentro con el consorcio inversor se consideró la firme perspectiva de contar con posibles clientes directos no solo para la construcción de un puerto de aguas profundas, sino para el ingreso de barcos graneleros y de transporte de minerales, ya que este aspecto se considera un elemento estratégico central enmarcado en una iniciativa que por supuesto no es nueva, sino que data de muchas décadas, teniendo en cuenta las falencias y limitaciones del puerto de Montevideo y la evolución que ha registrado el transporte marítimo en los últimos años. Con el paso de los años nuestro país ha ido perdiendo presencia en cuanto a la posibilidad de captación de grandes cargas, de los gigantescos buques portacontenedores y graneleros, porque en su momento se optó por repotenciar el puerto de Montevideo en desmedro de evolucionar en infraestructura para atender las exigencias de los buques de ultramar de creciente envergadura y calado.
Así, hemos perdido pie con Brasil, que hace rato que está adaptado a este escenario, mientras en Uruguay durante muchos años, demasiados, se intentó concretar el delirio del puente entre Colonia y Buenos Aires, y se gastaron millones de dólares en el funcionamiento de una comisión pro puente solo para atender el desvarío de los gobernantes y grupos interesados en el entorno del gobierno central, que siempre han pensado todo en función de Montevideo, aunque ello conspirara contra los intereses del país.
Felizmente, una de las primeras acciones que adoptó el gobierno de Tabaré Vázquez cuando asumió fue darle entierro al lujo de la miseria que representaba la idea de la construcción de un puente que solo tendería a acentuar las asimetrías en desmedro del Interior y en favor del anillo que rodea a Montevideo. En cambio, con buen criterio, se intenta reactivar el transporte fluvial, y se han logrado avances muy significativos en la recuperación y mejora de infraestructura en puertos como Nueva Palmira y Paysandú, con la perspectiva para este año de incorporar el transporte de contenedores en complementación con Fray Bentos y Concepción del Uruguay.
El planteo por construir un puerto de aguas profundas se enmarca en una visión geopolítica que nunca debió perderse de vista por concepciones centralistas que le han hecho mucho daño al Uruguay. De concretarse la idea, se contaría en pocos años con un instrumento de desarrollo de enorme trascendencia, para cuya materialización deberán tenerse en cuenta una serie de elementos respecto al lugar de instalación, a efectos de contar con enlaces y conexiones multimodales indispensables para infraestructura de apoyo, sin que a la vez se afecten zonas costeras de alto interés turístico, de forma de compatibilizar proyectos de interés nacional que deben coexistir con la menor interafectación posible.
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