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Paysandú, Martes 11 de Enero de 2011

PAOLA HARTWIG

“La casa de mi vida”

Locales | 07 Ene Esfuerzo y coraje. Palabras que sin duda definen a la protagonista de la siguiente historia. Porque comenzar el año estrenando casa propia no es un hecho menor, teniendo en cuenta en las condiciones en que se logra el objetivo.
Éste es el relato de Paola Hartwig (28), una joven madre que trabaja en la Aldea de la Bondad en pueblo Porvenir, y que comenzó el 2011 con un sueño hecho realidad: estrenar su propia casa en el complejo Mevir II, recientemente inaugurado en el referido centro poblado.
Paola vivía con sus padres, pero siempre mantuvo la esperanza de acceder al techo propio. Es madre de dos niños de 3 y 7 años. El más pequeño concurre al Centro de Atención a la Infancia y a la Familia (Caif) y el mayor a la escuela local.
Paola Hartwig accedió a contarnos parte de un proceso que la arrastró al borde dal agotamiento físico.
Evidentemente, quienes trabajamos en periodismo, manejamos estrategias para llevar adelante una entrevista, pero a veces –como en este caso-- esa metodología es desbaratada por lo impactante de la historia, ya que el interior rural desnuda permanentemente una realidad opuesta a la que acostumbramos a vivir en la ciudad.
Nuestra entrevistada confesó que “costó mucho y fue muy difícil llegar a obtener la casa. El día se hacía mucho más largo de lo imaginado. Trabajaba por las noches y venía a la obra sin dormir en todo el día y parecía que no iba a poder llegar. La verdad es que no sé de dónde saqué fuerzas para seguir”.
Pero mayor satisfacción para esta madre fue cuando la comisión pro Mevir del pueblo le notificó que había sido sorteada para una vivienda. Hoy Paola vive en la tranquilidad de un pueblo que poco a poco se ha ido urbanizando.
Estos complejos de viviendas han captando el interés de lugareños y de pobladores de zonas aledañas. Levantar paredes, hacer mezcla, cargar ladrillos y pintar. Trabajar –siendo mujer-- a la par de los peones, bajo las inclemencias del tiempo.
Definitivamente vencer al cansancio no fue tarea fácil. “Por momentos tenía ganas de renunciar por el gran desgaste. Fue un gran esfuerzo, pero hoy estamos felices por lo que pudimos concretar”, reconoció. Y, mientras observaba detenidamente a uno de sus pequeños, agregó que “el sacrificio valió la pena, más que nada por los gurises que merecen un futuro más prometedor”.


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