Paysandú, Viernes 14 de Enero de 2011
Opinion | 10 Ene Todo indica que a partir del pronunciamiento de la Corte Internacional de Justicia de La Haya en abril del año pasado respecto a la controversia por la instalación de la planta de celulosa de Botnia (UPM) en la zona de Fray Bentos, se han generado condiciones para un reencuentro de las relaciones uruguayo-argentinas en aras de la integración, por encima de inevitables diferencias que puedan surgir en el lógico libre juego de intereses no siempre compartidos.
En este contexto favorable corresponde situar el hecho de que Argentina no opuso reparos a la instalación de la planta de celulosa del consorcio Montes del Plata en Conchillas, departamento de Colonia, al punto que los cancilleres Luis Almagro y Héctor Timerman se reunieron y aseguraron que la construcción “respeta” el estatuto del Río de la Plata.
Si bien Timerman afirmó que el proyecto inicial de edificación de la planta sufrió “cambios” en el plan inicial que se presentó ante la Comisión Administradora del Río de la Plata (CARP), igualmente “se respeta el tratado firmado en 2009 por ambos países” y, según el comunicado distribuido por el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de Argentina, Almagro y el ministro de Industria, Roberto Kreimerman, visitaron a Timerman “para hacerle conocer la evolución del emprendimiento que lleva adelante la empresa Montes del Plata para la construcción de una planta de celulosa en Punta Pereira, departamento de Colonia”.
Paralelamente, el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente de nuestro país aprobó la semana pasada la autorización ambiental para que este año comience a construirse la planta en Colonia, pero, como era de esperar, la noticia de la construcción de una nueva planta de celulosa en las márgenes del Río de la Plata no cayó bien a los activistas de Gualeguaychú, encerrados en sus extremismos y radicalismos, quienes a través de varios de sus voceros se pronunciaron con un categórico rechazo a la instalación. En ese sentido, el piquetero Gustavo Rivollier dijo que “más allá del derecho que tiene Uruguay de construir una planta dentro de su territorio, la decisión es desastrosa a nivel ambiental”. Por lo tanto, se espera de un momento a otro una declaración “oficial” de los asambleístas en rechazo a la construcción de la planta de celulosa en Punta Pereira.
Para el activista, “nuevamente Uruguay se equivoca al no tener en cuenta la opinión de muchos vecinos del departamento de Colonia que están en contra de la instalación, porque no es cierto que el emprendimiento genera trabajo como dicen”. Por supuesto, las consideraciones respecto a decisiones de política interna de Uruguay son un plus fuera de contexto que solo apunta a llevar agua al molino de los activistas de este lado del río Uruguay, donde las medidas de bloqueo y otras acciones de la Asamblea crearon un clima muy adverso para sus pretensiones.
Pero por encima de las piedras que lancen grupúsculos de eternos disconformes y delirantes como los integrantes de la Asamblea Ambientalista de Gualeguaychú, que nunca van a realizar siquiera una mínima concesión a quienes piensen de otra manera o tengan siquiera alguna discrepancia con su visión intolerante de las cosas, lo realmente importante es que vaya quedando atrás el clima de enfrentamiento entre los gobiernos de los dos países hermanos, que tienen mucho por hacer en materia de integración, que no es otra cosa que elevar las miras para concretar realizaciones de interés común en aras de la felicidad y calidad de vida de sus pueblos.
Entre otros aspectos, incluyendo el complemento energético a través de la interconexión eléctrica entre ambas orillas y las perspectivas de llegar a un acuerdo de beneficio mutuo en el transporte y venta de gas natural boliviano, así como instalaciones para depósito y distribución del energético, indudablemente el desarrollo del transporte fluvial del río Uruguay, como instrumento logístico inigualable para la salida de la producción de grandes volúmenes del litoral uruguayo-argentino con destino a las bocas de exportación, es el gran desafío que tienen por delante en lo inmediato ambos países, desde que se requieren acciones complementarias en materia de dragado para adecuar la navegabilidad del “paterno” a las exigencias de seguridad para poder hacerlo durante todo el año.
Lamentablemente, durante años, el conflicto inventado por los activistas y sus acciones intolerantes obstaculizaron todo intento por reacomodar las relaciones y encapsular el diferendo, para poder avanzar en los acuerdos y obras imprescindibles de carácter bilateral, pero los nuevos tiempos han llegado por fin --esperemos que para quedarse-- y concesiones mutuas enmarcadas en los tratados bilaterales, como la instalación de la segunda planta de celulosa y la luz verde para el dragado, son ejemplos claros de hacia donde debe orientarse el rumbo para que ganemos todos, aunque les duela a los abanderados del conflicto y el resentimiento.
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