Paysandú, Viernes 14 de Enero de 2011
Opinion | 11 Ene En una cumbre sobre agro y clima recientemente desarrollada en Cancún, con una amplia representación de países industrializados y en desarrollo, hubo coincidencias respecto a que las naciones deberán tener sistemas de extensión fortalecidos, para que se pueda mejorar la eficiencia de los sistemas de producción agrícola y de forma sustentable, a efectos de atender la mayor demanda de alimentos a nivel mundial.
Entre las amenazas que se ciernen sobre la Humanidad, las que evidencian mayores dificultades de reversión o siquiera atenuación son sin dudas el cambio climático, el uso irracional de los recursos naturales y su consecuente posibilidad de agotamiento en el mediano y largo plazo, ya que han sido identificadas como las de mayor incidencia en el futuro más o menos mediato.
En el referido encuentro se consideró que el aumento de la población mundial para 2050 hará necesario que la producción de alimentos se incremente no menos de dos veces y cuarto, con el desafío además de que deberá desarrollarse en un marco de cambio climático y de emisión de gases de efecto invernadero.
Uno de los participantes en este foro por nuestro país fue el Ing. Gonzalo Becoña, por el Instituto Plan Agropecuario (IPA), quien además es técnico coordinador del grupo de trabajo sobre la Huella del Carbono en la cadena cárnica, que integran el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y el Instituto de Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA).
Según declaró el técnico a El Observador, en Cancún un panel integrado por países en desarrollo entendió que la respuesta radica en mejorar los sistemas de producción, como una forma de reducir las emisiones por unidad de producto, en tanto consignó que a nivel mundial se trata de llegar a un sistema de producción intensiva que mejore la eficiencia de forma sustentable, por lo que es fundamental desarrollar un sistema de extensión a nivel mundial.
Ocurre que los enunciados y los diagnósticos en sí no son particularmente difíciles de traducir en consensos, por cuanto se trata de cotejar datos y aplicar sentido común en ecuaciones que son reveladoras sobre tendencias manifiestas, pero los problemas llegan a la hora de diseñar respuestas con amplio respaldo cuando hay muchos intereses en juego y no siempre coincidentes.
En el caso del IPA, a juicio de Becoña, el organismo está alineado con las políticas mundiales en la materia “si consideramos que está en el tema de adaptación al cambio climático, uno de los focos de esta discusión de nivel mundial”, sobre todo si tenemos en cuenta la alta dependencia de Uruguay de su producción agropecuaria y su carácter de exportador de productos primarios.
Pero claro, los países desarrollados son los grandes contaminantes y depredadores de recursos, dado que son los mayores consumidores de bienes y servicios, incluyendo la energía, por lo que evidentemente tienen la mayor responsabilidad en el agotamiento de los recursos y deberían ser los más interesados en que las mejoras en la tecnología y eficiencia permitan llegar al objetivo de una mayor productividad, que se traduzca en por lo menos duplicar la producción mundial para un futuro ya relativamente cercano. Y no se trata de simplemente aumentar la producción con desarrollo tecnológico para un mejor uso de los recursos naturales, sino que ello debe hacerse con un marco de condiciones climáticas que está en pleno proceso de cambios y reduciendo a la vez los elementos contaminantes, lo que significa una tarea harto dificultosa.
Es evidente que la gran condicionante para alcanzar estos objetivos pasa por los recursos destinados a la investigación, cuando además actualmente a efectos de promover una mayor calidad de vida se están sobreutilizando recursos naturales en países desarrollados en desmedro de otros grupos de población que no acceden de la misma forma a este consumo.
Nos encontramos empero con que el ritmo de aumento de la población mundial ha sido determinante para que se necesite en forma cada vez más acuciante avanzar en el desarrollo de tecnologías y productividad, a efectos de aumentar la producción de alimentos y de energía. Ello significa asimismo mayor presión sobre los recursos naturales, cuyas consecuencias se observan a la vez en la expulsión de gases nocivos a la atmósfera, las emanaciones que causan el efecto invernadero y desechos tóxicos que afectan el ecosistema, sin olvidar trastornos como la creciente tala de bosques, deslaves como consecuencia de explotaciones irracionales y asentamientos humanos en lugares vulnerables, entre un sinfín de situaciones.
Le enumeración de algunos elementos de este complejo escenario nos da por lo tanto la pauta de la magnitud del desafío que se le plantea a la Humanidad, por lo que deberá realmente promoverse el desarrollo sustentable si es que queremos dejar de “patear la pelota para adelante” una y otra vez, porque ahora ya se nos termina la cancha.
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