Paysandú, Domingo 16 de Enero de 2011
Opinion | 14 Ene Los caños de escape modificados en motos y automóviles son uno de los principales dolores de cabeza de los vecinos de determinadas zonas de la ciudad, por la contaminación sonora. En el caótico tránsito sanducero, donde muchos parecen sacar a relucir sus frustraciones y su rabia la contaminación sonora compite con la falta de respeto a las normas de tránsito.
Quizás sea de la que menos se habla, pero es claro que en zonas como plaza Artigas, los alrededores del Balneario Municipal y otras, la calidad de vida de los vecinos se ha visto injustamente depreciada por obra y desgracia de los conductores desaprensivos, que “preparan” sus vehículos.
Por ejemplo, es razonable pensar que pueden generarse discusiones en las casas de esas familias simplemente por esas barreras a la comunicación. En medio del ruido ensordecedor de cualquier fin de semana, seguramente el esposo no escucha el llamado de la esposa hasta que ésta ingresa a la habitación hecha una furia. O viceversa. Y qué decir de seguir un programa de televisión o una película en video. Solo --y a duras penas-- con el sonido al máximo, lo que a su vez impedirá que la familia comparta comentarios.
Pero, como toda parte tiene su contraparte, también es cierto que a determinada edad nos gustan algunas cosas que con el paso de los años se nos vuelven inexplicables. Aunque hay que darle su espacio a la juventud, no puede permitirse que ni en motos ni en autos transiten violando las ordenanzas. Eso de ninguna manera. Pero puede establecerse un “área liberada”, una especie de pista nocturna iluminada, con servicios como venta de comidas y bebidas, con lugar para que cada cual ponga la música del equipo de sonido de su vehículo tan fuerte como quiera. Quien allí concurra, estará “liberado”. Quien insista en dar giros en plaza Artigas haciendo delirar el decibelímetro, que sea duramente castigado.
Habría que interesar a empresarios privados, que pongan “carritos” en la zona, pero parece que el Parque Municipal podría ser ese lugar, con algunas mínimas reformas. Lo cierto es que en una sociedad todos deben ser contemplados. Pero no como hoy, donde hay zonas “tierra de nadie” con residentes refugiados con puertas y ventanas cerradas y delirantes conductores sin control ni límites.
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