Paysandú, Viernes 21 de Enero de 2011
Locales | 14 Ene Hoy cuenta con ochenta socios, aunque en sus inicios llegó a tener doscientos. Se creó a impulso de un grupo de jóvenes inquietos, quienes en busca de aventura construyeron sus propias embarcaciones. Hoy el Club Queguay Canoas es símbolo de emprendimiento, actitud y permanente desafío. Su historia remite a un interesante pasado, cargado de fuertes capítulos que dieron forma a una institución que hoy es referente en la región. El espacio natural donde está enclavada la sede del Club se encuentra a cuatrocientos metros del Paso Andrés Pérez y en la futura entrada al área protegida Montes del Queguay. Cuenta con un sendero interpretativo de 1.130 metros de flora y fauna, con descripción de especies, identificadas con sus nombres comunes y científicos. El área también conserva un formidable pasado histórico, ya que a unos tres kilómetros se encuentra el rancho de Melchora Cuenca, con quien José Artigas tuvo dos hijos: Santiago y María. En tanto, a tres kilómetros, el museo de la estancia El Ancla conserva piezas del conflicto armado de 1904. En tanto cercos y mangas en piedra conforman una particular escenografía.
“El Club Queguay Canoas es una historia un poco larga de contar, porque en realidad el club tiene casi 25 años de existencia y se origina a través de una relación con el movimiento de Boy Scouts de Guichón”, comienza relatando Carlos Urruty, integrante de la Comisión.
“Dicha agrupación --de alguna manera-- mostró otras formas de ver y observar la naturaleza y hacer un buen uso de la misma. Ello estuvo asociado a los jóvenes que concurrían a la parroquia local de la iglesia católica, hace unos cuantos años. Seguramente fueron quienes le dieron el impulso, generando una interesante serie de actividades. Precisamente la canoa aparece ahí, en los campamentos de los Boy Scouts. Fue entonces que varios de aquellos muchachos se interesaron por la canoa, por su uso y manejo, y a partir de ahí construyeron algunas embarcaciones. Primero fue en madera y posteriormente en fibra de vidrio. Fue durante las primeras travesías en el río Queguay que comenzamos a conocer gente de otras partes”, recordó Urruty.
Fue en esos cruces de canoeros donde surgió la posibilidad de ir a conocer otros lugares y ríos e intercambiar con otras delegaciones, hasta que llegó el momento que alguien preguntó: ¿por qué no armar un club?
En cuanto al predio donde funciona la sede del club, Urruty precisó que “se trata de un lugar que conserva una historia mucho más larga. Tenemos que remontarnos al año 1893, cuando el hombre le echó mano a este espacio y se construyó la calzada. Había que cruzar con ganado, seguramente diligencias y carretas fueron los principales medios de transporte de la época que lo utilizaron. Y como es un lugar tan hermoso, entre los años 1940 y 1950, durante el desarrollo de la colonia Juan Gutiérrez, lo empiezan a utilizar como balneario y lugar de esparcimiento. La Junta de aquella época construyó bancos, mesas y hasta una pista de baile. Podemos imaginar entonces bailes con acordeón y farol. Alguna fiesta de las cosechas y ese tipo de encuentros que mantenían atrapados a los colonos de entonces. Fue así que el Club Queguay Canoas lo tomó como lugar estratégico para el arribo y llegada de las competencias de canotaje. La primera regata se hizo sin el club aún formado, en enero de 1988, ya que se fundó el 22 setiembre de ese mismo año. Fue con motivo de la conmemoración de los ochenta años de Guichón”.
Respecto a los recursos económicos, el club se financia con el aporte de la cuota social, pero principalmente con el apoyo desinteresado de muchísima gente que hasta hoy hace posible ciertas obras. Por ejemplo, la semana pasada se construyó el piso de hormigón de la ranchada y fueron unas cinco personas que --no siendo socios-- dieron una mano. Así es la historia del club.
“Por supuesto que también (se construyó) con la participación de las distintas administraciones municipales, del Consejo Local, del comercio y otras instituciones privadas. También ha sido posible con aportes de organismos no gubernamentales y contribuciones internacionales”, agregó el dirigente.
El desafío aventura que anualmente organiza el club puede movilizar a unas mil personas, distribuidas entre competidores y particulares que solo buscan pasar un fin de semana de campo y en contacto con el monte nativo sobre las costas del río Queguay.
Con el cometido de incorporar disciplinas que puedan desarrollarse en contacto con la naturaleza, se anexó maratón y bicicleta. Urruty explicó que “hay que tener en cuenta que el club ha hecho un trabajo que acompaña a las actividades deportivas y que se basa en el uso responsable de los recursos naturales, para crecer como personas, como grupo y en relación permanente con la naturaleza. La sede cuenta con dos ranchadas rústicas para campamentos didácticos y una cabaña para procesar plantas medicinales utilizando las hojas de los árboles de especies nativas. Se trata de una infraestructura integrada. Una copia del calendario lunar del petroglifo ubicado en Cuchilla del Fuego, una obra del artista Juan Carlos Ualde y un centro ceremonial indígena completan un interesante conjunto de elementos que forman parte de un atrapante patrimonio sociocultural”.
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