Opinion | 22 Ene Nuevamente la solidaridad del pueblo de Paysandú con su Hospital permitió que sus autoridades pudieran adquirir un mamógrafo, de un valor estimado en un millón de pesos, del que resta pagar solo una parte menor, ante los recursos que se pudieron lograr de la población, empresas y hasta de la firma importadora de los equipos, que permitió reducir sensiblemente los cargos de ingreso al país.
Es una muestra más de lo mucho que puede lograrse si todos colaboramos y nos compenetramos en pos de un objetivo común, en este caso además para poner el equipamiento a disposición de los sectores más desposeídos de la comunidad, a través de este nosocomio dependiente de ASSE y del Ministerio de Salud Pública.
Cuando se logran satisfacer estas necesidades a través de estas expresiones solidarias, que son recurrentes en Paysandú, como así también en otros lugares del Interior, surge inevitablemente el cuestionamiento o por lo menos la interrogante respecto a cual es el destino que toman los recursos que volcamos todos los sanduceros y los uruguayos a través de impuestos para sostener los servicios del Estado, y en este caso específico nada menos que de la salud.
Así, se ha puesto en marcha el seguro nacional de salud Fonasa, que se suponía iba a ser una solución –y no muy barata, por cierto-- para los requerimientos en materia de salud de sectores de la población con escasas posibilidades de acceder a estos servicios, y resulta que para poder acceder a un mamógrafo en tiempo y forma la población sanducera debe sacar aún más dinero de sus bolsillos. Quizás sea ese el motivo por el cual costó tanto juntar este dinero, quizás la población entendió que ya era suficiente con lo que aportaba.
Durante el gobierno de la Administración Vázquez, además, el ministerio se llevó el litotriptor del Hospital Escuela del Litoral a Montevideo, con la excusa de que en “seis meses” se iba a devolver o llamar a licitación para uno nuevo, pero pasan los años y el equipo sigue en Montevideo –suponemos-- y tampoco se ha hecho nada para incorporar el centro de litotricia en que se iba a convertir el Hospital sanducero.
Tenemos así que mientras en Montevideo siguen concentrados los servicios de alta tecnología, y a la vez sus dependencias son equipadas con aparatos que pagamos todos los uruguayos, por estos lares seguimos con las eternas “colectas” para acceder a tecnologías que en la capital se obtienen simplemente con un llamado telefónico a quienes tienen el poder de decisión.