Paysandú, Martes 25 de Enero de 2011
Locales | 19 Ene “¡Tócale Fagúndez y no me le aflojes!”, diría “Cocorico” Apecetche en uno de los temas de la Sinfónica de Tambores (más de una ha quedau de a pie), y así parece que viene este gobierno, que a la fecha nos tiene desconcertados a todos los uruguayos.
Es que sigue vigente aquello de como te digo una cosa, te digo la otra, y lo que más desconcierta es no saber quién nos gobierna ¿Será Mujica, será la Mesa Política del Frente Amplio o el Pit-Cnt? El presidente Mujica tiene su discurso, la mayoría de las veces improvisado y de corte netamente “bolichero”, y eso puede ser más atinado, pues muchas de las cosas que este gobierno impulsa salen del Quincho de Varela.
Por otro lado la Mesa (no ungida por el voto popular), cuestiona decisiones del gobierno, las critica y en algunos casos le ha hecho retroceder armando una especie de cortina.
Y por último el Pit-Cnt, que se cree que porque la mayoría de sus dirigentes son de corte netamente “progresista”, avasallan permanentemente a la sociedad con paros sorpresivos, con apelaciones, y lo que es peor con soberbia, diciéndose ser los dueños de la verdad. Esto es un “cotorroncho”, (término dado por estos tiempos a programas televisivos bizarros). No se puede andar por los pasillos del Parlamento, de la Torre Ejecutiva, Suárez y Reyes o Anchorena, cambiando el libreto.
Ante el conflicto en la banca oficial, se había analizado la posibilidad de su esencialidad, pero le faltó autoridad al gobierno para ejercer este derecho, que trastocó negocios y resintió la cadena de pagos. Paros en la salud, sindicatos que se ven afectados por la caída obligada de las cajas de auxilio, paros para que el Frente en el Senado vote la ley interpretativa de la Ley de Caducidad. El discurso del secretario de la Presidencia en Radio Francia hablando de la inconstitucionalidad de la ley interpretativa y la sorpresa del canciller de la República por estas declaraciones, más lo que dijo que no dijo Mujica al respecto, hacen que cualquiera de nosotros pegue un grito, como si tratase del baile del pericón nacional, diciendo “¡paro, paro, aro!” Pero por si alguno no se ha dado cuenta todavía, todas estas cosas hacen desatender lo que realmente está pasando en el país y es el tema del Presupuesto Nacional, ahora a estudio del Senado. La señora del presidente, primera dama y senadora del Espacio 609, Lucía Topolanski, ha dicho que el Senado habrá de votar el Presupuesto sin atender los reclamos. ¿No hay margen para atender los pedidos de la educación y de los funcionarios públicos?
Se crearon más puestos de confianza, más burocracia, a pesar de lo que pidió el presidente, austeridad. Se la jopearon al presidente por encima de la cabeza con moñita incluida, y si esto sigue así, hasta “el viejo de la bolsa” tendrá su despacho en la Torre Ejecutiva.
Extraigo para terminar, una frase del Quijote de la Mancha que dice: “Es tan ligera la lengua como el pensamiento, que si son malas las preñeces de los pensamientos, las empeoran los partos de la lengua. En la lengua consisten los mayores daños de la vida humana”. Este gobierno habla y promete mucho. Cumple lo indispensable para contentara la barra y hace que el resto de los uruguayos levantemos temperatura y terminemos siendo parte de este “cotorroncho”. Tá. Ruben Castelli
Por la presente me dirijo al Sr. Director de Turismo haciendo referencia a la nota publicada en EL TELEGRAFO el día 17 de enero de 2011, acerca de que una persona cobra a los bañistas que llegan a la isla Caridad.
Soy estudiante de Derecho y conozco las normas internacionales así como el tratado del río Uruguay los cuales se mencionan en la nota. No sabemos si el señor que habita en la isla con su familia es dueño de ella; a pesar de esto no concuerdo con su posición, ya que con mi familia somos visitantes ocasionales y podemos afirmar que desde que allí se encuentra esta persona han habido mejoras, y que el señor Pedro, quien cobra para llegar allí, en realidad lo hace como un servicio y no como una tasa de desembarco como otros afirman. Tres veces al día o más se hace limpieza de la zona costera juntando botellas, bolsas, papeles y todo tipo de suciedad que llega a la isla por medio del río o de turistas que la visitan. Ha colocado tachos de basura en diferentes lugares para ayudar a preservar el orden, ha hecho limpieza de los pastizales del monte para que los visitantes tengan un lugar en la sombra.
Debo mencionar también que el domingo 16 de enero, sabiendo de la alerta naranja varias embarcaciones fueron sorprendidas por el temporal, incluyendo la nuestra, no pudiendo regresar debido a que las grandes olas del río ponían en peligro la navegabilidad, al punto de que prefectura debió realizar un rescate a la altura de Casa Blanca, el cual salió publicado en el diario local el día lunes 17 de enero. Durante esas horas que debimos esperar el paso de la tormenta antes de regresar, el señor Pedro ayudó tanto a nosotros como a otros visitantes a improvisar un campamento para guarecernos de la tormenta e incluso nos proporcionó una carpa, ya que en el grupo había tres niños bastante asustados. La mala suerte quiso que también nuestra embarcación sufriera un desperfecto mecánico el cual nos ayudó a solucionar, y así pudimos emprender el regreso.
El punto al que quiero llegar es que en la isla Caridad se proporcionan varios servicios, por los que se cobran 100 pesos por cada vez que llega un bote o 600 pesos por todo el año. Considerando lo que cuesta una embarcación, las que son plenamente de uso recreativo, y que en cada una van como mínimo 2 personas e incluso hemos visto hasta 10 en algunas más grandes, deberíamos pensar que esta suma es ínfima teniendo en cuenta que se disfruta de una playa limpia y con cierta asistencia ante eventualidades que puedan surgir.
Estoy seguro de que mi posición es además apoyada por los otros 490 dueños de embarcaciones que sí supieron entender esta innovadora propuesta y no vacilaron en colaborar económicamente a la preservación y cuidado de un espacio natural como no hay otro. Desde los gobiernos de Paysandú actuales y anteriores se habla de crear un corredor turístico, pero hasta el momento poco se ha hecho o mucho desconozco. CI 2.882.588-0
¿Una audiencia del tiempo de Martín Fierro?
Días pasados, como conocedor de un tema por mi calidad de edil, fui citado a un juzgado para declarar como testigo en un proceso público contra la “Administración Pintos”. Llegué temprano al edificio de los juzgados y fui a esperar al primer piso. De allí divisaba a la distancia paredes tapadas de estanterías repletas de papeles apilados, atados con piolas que parecían negarse a dejar entrar más hojas en los paquetes. Reparticiones con muebles también repletos de papeles. Y detrás de los mostradores, circunspectos funcionarios que se movían de continuo a un ritmo parsimonioso propio de una película en cámara lenta, quizás desalentados por sus magros ingresos. Delante de los mismos los movimientos más rápido de los “sufridos pacientes” alternaban con la moderada calma de defensores, procuradores y gestores, acostumbrados a “la rutina de la casa”. Todo allí daba la impresión de que se viviera en otro tiempo diferente al que miden los relojes de los seres humanos comunes y silvestres. De allí quizás las demoras que sufre cualquier trámite judicial que excede toda estimación del ciudadano común por generoso que éste sea en la apreciación de un tiempo de espera.
Escenas casi descolgadas de “El Proceso”, le daban al ambiente un toque “kafkiano”.
Estaba en eso cuando me llamaron al despacho. Un cubículo diminuto de poco más de “2 por 2”, dominado por el escritorio de la autoridad al frente, con la computadora del escribiente a su lado y donde se encontraban los abogados de las partes y delegados de los interesados. En total seríamos nueve personas. Se me indicó sentarme frente a la autoridad y el escribiente, quedándome todos los demás a mi espalda en lo que venía a ser la mitad del reducido despacho Devolución de cédula de identidad, preguntado por las generales de la ley, grado de instrucción, etcétera, y siguieron las primeras preguntas contestadas en tono de voz normal pese a la afonía que me provoca el aire acondicionado y respondidas casi con poco más que monosílabos. Sin mediar palabra de los abogados, la autoridad me espeta que hable más fuerte porque “los abogados no escuchan”, a lo que le dije que no podía. Me sorprendió además que no me escucharan cuando estaban a menos de un metro de mí y sé que ninguno es sordo. Entrando al centro del tema me preguntó sobre la “extensión horaria” y el régimen de las “horas extras”. Apenas comencé a explicar mi conocimiento de esos temas, fruto de mi experiencia laboral de más de 40 años con gente a cargo, para luego ir a especificar el régimen aplicado a los trabajadores reclamantes, cuando me cortó diciendo que eso no le interesaba. La pregunta siguiente cuadraba contestarla haciendo pie en parte de lo que me había impedido decir en la anterior. Por lo que comencé refiriendo que “de lo que iba a expresar cuando me interrumpió…” y no pude decir más nada. Porque echándose para atrás con gesto de olímpico desprecio y cara de disgusto, me dijo que no tenía más preguntas y emitió unos murmullos ininteligibles. Acto seguido contesté preguntas del abogado de la causa por la que atestiguaba. Los abogados de la Intendencia no me hicieron preguntas, y se dio por concluida mi comparecencia. Cuando salí me senté nuevamente en el mismo lugar a observar la misma escena y evaluar lo sucedido. La audiencia era parte diminuta de un todo gigantesco que parecía desarrollarse en las oquedades de las salas de máquinas de una rumorosa usina. Pero por las turbinas de ésta, en vez de agua para la vida, pasa la vida e intereses de mucha gente.
Tengo que suponer que cuando me preguntaron el “grado de instrucción” sería para ponderar mi idoneidad como testigo. Pero se negaron a escuchar el aporte de mi experiencia, mi conocimiento del tema y los datos que podía aportar sobre el litigio. Una negativa a conocer datos que pudieran servir para llegar a la verdad y saber qué parte tiene razón. Que alguien puesto a la tarea de investigación se niegue a obtener datos, para luego juzgar, me resulta inconcebible. Es negarse a obtener todos los datos posibles para poder investigar a la luz de un análisis racional de los mismos. Me pareció tan asombroso que me asaltó la idea de que quizás ya habría posición tomada a favor de la otra parte y yo estaba sobrando. Pero me resistí a admitirlo.
De regreso me acordé de dos citas. Una sacada de la Biblia y la otra de la “biblia gaucha”.
Dice en el Evangelio de San Lucas (Cap.12 – v 58): “Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel”.
Y José Hernández refiriéndose a los juzgados de fines del siglo IXX, época considerada como bárbara, le hace decir a su inmortal personaje Martín Fierro: “Allí sentado en su silla ningún buey le sale malo, a unos le da con el clavo y a otros con la cantramilla”.
La primera de las citas es una advertencia formulada hace más de dos mil años, a transar fuera de los juzgados y la otra insinúa que desde hace más de cien años por lo menos en estas latitudes no hay una sola forma de considerar a los querellantes. Edil ingeniero Ramón Appratto Lorenzo
A la opinión pública
Al leer la página 4 del día 24/12/10 en la que el edil Beder Mendieta dice “aplicar a los préstamos a jubilados el mismo interés que a los ‘limpia sueldos’ de funcionarios públicos”. Sinceramente me alegró muchísimo pues veo que hay personas que coinciden en este caso con mi propia opinión, pues el día 17/10/10 en la solicitada que hice “A criterio de varios jubilados” exponía exactamente lo mismo que el citado edil, al cual agradezco. Dejando de lado el color político se me ocurre que todos los políticos tendrían que actuar igual, pues los que estamos jubilados, aportamos al BPS por más de 35 años y actualmente estamos dejados de lado con jubilaciones muy bajas. Desde ya muy agradecido a EL TELEGRAFO por estar siempre a la orden por distintas inquietudes. Mario Mazzoni
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