Paysandú, Martes 25 de Enero de 2011
Locales | 21 Ene Un estudio que demandó cuarenta años de minuciosas investigaciones, llevó a Walter Serrano Abella, conocido periodista uruguayo, y al doctor Javier Vaz, a la aventura de escribir una historia apasionante, cargada de heroísmo, sobre --según el propio Abella-- el último matrero oriental, Martín Aquino.
Ponciano Martín Aquino (Tala, 1889 - Fraile Muerto, Cerro Largo, 5 de marzo de 1917), matrero uruguayo. Este personaje adquirió fama a principios del Siglo XX enfrentándose con la Policía en los campos de nuestro país. Hijo natural de Francisca Aquino, tuvo dos hermanas, Elisea y Ramona, y algunos medios hermanos, hijos de un tal Pineda. Este trabajo literario titulado “Martín Aquino, El Matrero”, que lleva varias ediciones, desnuda la vida de quien vivió vertiginosamente en tiempos donde muchas veces la ley se ejecutaba por mano propia.
Entrevistado por EL TELEGRAFO, Abella repasó parte de su trabajo de recopilación, asegurando que “fueron cuarenta años, naturalmente no continuados, pero yo diría que permanentemente la historia del matrero siempre estuvo presente allá en mis pagos de Treinta y Tres, y en la voz de mi madre. Es increíble, pero hasta ahora sigo recibiendo datos y recogiendo cosas”.
Según el periodista, la idea original de contar esta historia se remonta a sus vacaciones infantiles.
“Yo me iba a los campos y en las cocinas los peones recurrentemente recreaban en sus relatos, durante noches y amaneceres, cuentos sobre luces malas, mujeres de blanco, aparecidos, lobizones, y a Martín Aquino, que estaba ingresando de esa manera en la leyenda popular. Después la admiración y respeto que la gente le tenía, ya que Aquino tenía dos características que la gente valora mucho, que son el coraje y la libertad. Seguramente eso sintetiza la imagen de Aquino”.
El escritor repasó parte de una historia en la que el protagonista convive permanentemente al filo de la ley. Requerido constantemente por la Policía, siempre se las ingenió para que su captura no resultara sencilla. “Después, cuando estuvo preso, él dijo que no regresaría nunca más a la cárcel. Uno se imagina --como hombre de vida urbana-- y lo aterroriza la idea de cuatro paredes y rejas. Él era solo cielo, dueño de su caballo, de los montes, de los campos y dueño de su vida. Increíblemente, un periódico de la época --del departamento de Lavalleja-- le hizo un reportaje cuando estuvo preso y dijo que cuando había estado detenido en Rio de Janeiro lo habían tratado muy mal y que él no iba a ir nunca más preso. Después hay una declaración frente al juez que es muy importante, cuando le preguntan si tuvo arma alguna vez, respondiendo que sí y que se desarmó en Nico Pérez. Cuando el juez le preguntó por qué se fue a Brasil, Aquino respondió que lo hizo porque por en estos territorios se estaba hablando de vuelta de revolución y él no quería pelear. Me da por pensar, porque no tengo argumento más que ese testimonio, que para Aquino fue una enorme frustración. Oportunamente alguien lo comparó con Ernesto Guevara, pero el ‘Che’ era un luchador social por las libertades de otros, y Aquino peleaba por su libertad. Creo que la vida de Martín Aquino es un pedazo de historia de la patria vieja. De no ignorar a los que muchas veces pasamos por el costado de la historia. Otras veces los despreciamos y eso es parte de nuestra historia”.
“Fue el último matrero y tenía sus códigos de vida. El hombre se conocía las picadas del río Negro y las del Santa Lucía como yo conozco esta pieza donde estamos, que tiene un paisaje solo. En todo el relato del libro, los partes policiales y de la Justicia coinciden en que jamás había emboscado a un policía por la espalda en una picada, para matarlo. Él iba siempre de frente y nunca disparó un tiro, sin que le dieran la voz de preso o de alto. Definitivamente eran otros códigos”, subrayó el autor.
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