Paysandú, Jueves 27 de Enero de 2011
Rurales | 23 Ene “Yo me crié acá y desde Los Molles (kilómetro 117 de ruta 26) para adelante siempre fue así, llueve en todos lados pero nosotros no ligamos nada”. Textuales expresiones de Laura Rodríguez, quien se muestra resignada ante la mala suerte que les depara cada vez que el déficit hídrico se hace sentir en los campos duros de basalto y acentuada en los últimos años porque el impacto sobre los campos es cada vez mayor.
No es fácil entenderlo, pero es así. Para muestra hacen falta datos como este: el miércoles 12 de enero en la ciudad de Paysandú llovieron 3 milímetros consecuencia de un chaparrón caído a las 17.30 de esa jornada. En un tambo ubicado a dos kilómetros de ruta 3, en el ex camino a la desmontadora fueron 35, y en la estación de Meteorología –a unos 8 kilómetros del centro de la ciudad, 28. En los días siguientes se registraron lluvias de entre 15 y 20 milímetros.
Pero la zona comprendida aproximadamente entre el kilómetro 92 y el 130 de ruta 26, se podría decir es el “basalto de la mala suerte”, porque desde fines de diciembre que los registros no superan los 10 milímetros, y quienes son conocedores de nuestros campos saben que esa cantidad de agua ni siquiera riega las pasturas al evaporarse inmediatamente, especialmente en época de sequías como esta.
Exactamente en el kilómetro 122 de la 26 –así le dicen los productores que ni siquiera la denominan ruta por su calamitoso estado--, “se ven unas tormentas divinas y parece que se viene el mundo abajo; mirás y llueve en todos lados, pero acá nada”, comenta Laura Rodríguez a EL TELEGRAFO, con un dejo de preocupación, pero más allá de la resignación que genera la situación, expectante para que pronto se revierta esta mala suerte.
Junto a su esposo, Gustavo Boffano son claramente defensores de la zona y con toda una vida en los duros campos ganaderos del departamento. Pero también realistas de lo que les toca vivir actualmente. Trazan una línea imaginaria en el que unos 40 kilómetros de esa ruta, y de ahí al norte, hoy padecen el mayor déficit hídrico de Paysandú.
Más allá de que las precipitaciones registradas en el último mes y medio vienen por “mangas”, seguramente a muchos les costará entender como no llueve más de 10 milímetros por tormenta –rara ecuación pero simple para entenderla--, y como para el sur de la 26 llueve bien, pero al Norte de esa ruta, no.
Días atrás, Laura recuerda que fueron hasta el campo de la cooperativa Dayqué (Daymán-Queguay), ubicado a unos 14 kilómetros al sur del mojón 113 de la 26, en la colonia Baccaro y pegado al campo que posee el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA). “Estábamos junto al doctor Roque Almeida que puede testificar que llovieron unos 35 milímetros”.
“Estábamos contentos que por fin en varias semanas teníamos agua y hasta salimos patinando de esa zona”. Pero la alegría duró poco, porque “cuando llegamos a casa el pluviómetro marca 4 milímetros. Es más”, aclara Laura, “días después otra tormenta y llueven 10 milímetros. Al rato me llama mi hermano Juancho cuyo campo está pegado al nuestro desesperado por se veía llover para todos lados y en su casa, nada”.
La situación de Juan Rodríguez es verdaderamente preocupante. A fines de noviembre plantó unas 200 hectáreas de soja y a los pocos días recibió una buena cantidad de agua para el primer crecimiento. Pero de ahí en más, las precipitaciones fueron muy escasas y el cultivo actualmente peligra en su desarrollo.
Consumo
Las restricciones en la familia, pero también en otros pobladores de la zona llegó por la dificultad de extraer agua de los pozos. Sostiene Laura Rodríguez que el molino “saca agua todavía pero algo con aire. Por este motivo gastamos poco y exclusivamente para nosotros”.
Es que antes de comenzar a escasear el agua, “mandábamos agua para los bebederos. Hoy eso no lo podemos hacer y llevamos unas 200 reses para otro lado”. Obviamente no es un detalle menor, pero los Boffano-Rodríguez deben hacer un largo trayecto diario para que el ganado logre tomar agua en una cañada ubicada al fondo del campo.
En el caso de otro ganado, lo tienen a pastoreo en un campo de la zona. Hasta allí debieron llevar un bebedero y acarrear agua porque el mismo no tiene aguada natural.
No a la calle
Consultada si han sacado el ganado a pastorear al borde de la ruta, comentó que “por ahora estamos aguantando a las vacas en el campo. No ganan kilos pero se mantienen”.
Sostiene que el problema del pastoreo al lado de la carretera, “es que si los sacamos a la ruta, después pasan todo el día esperando que los saquemos y no comen en el campo. En caso extremo sí deberemos adoptar esa medida”, aclara. De todas maneras y más allá de la preocupación actual, el gran dilema de los productores de la zona es “si no hacemos pasto para la entrada del invierno, pasaremos de un problema a otro mayor y de más difícil solución”.
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