Paysandú, Sábado 29 de Enero de 2011

La trasgresión llevada al tránsito

Opinion | 25 Ene “Hay agresividad, hay falta de tolerancia, hay irresponsabilidad, hay inconciencia, los valores no los tenemos en estos momentos en el tránsito”, comentó recientemente a El Observador la sicóloga del Departamento de Medicina y Sicología del Tránsito de la Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev), Iliana Poloni, tratando de explicar desde su especialidad el caos que como regla general se puede definir para aplicar a la problemática del tránsito en Paysandú y en el país.
Es decir que la sicóloga pretende evaluar desde su profesión las razones por las cuales parece que cada día empezamos nuevamente de cero en cuanto a la fiscalización del tránsito y comportamiento de conductores y peatones en las calles, lo que lejos de mejorar con los años sigue en franco deterioro. Este razonamiento no debería sorprender a nadie, puesto que va en forma paralela y es consecuencia de la degradación de valores que percibimos en nuestra sociedad, como observamos por ejemplo en la enseñanza, en el comportamiento diario sobre todo en determinados estratos de la sociedad, en la minoridad, en la calle en general.
Al explicar como se aplica la sicología en el tránsito Poloni expuso que se trata de una disciplina muy nueva, que se utiliza en algunos países europeos, teniendo sobre todo en cuenta que el 92 por ciento de los accidentes ocurre debido a factores humanos, inherentes a la percepción y la toma de decisiones, “cosas que tienen que ver con la sicología. Para eso trabajamos en dos áreas: la parte sicológica, con la Facultad de Sicología de la Universidad de la República e intentamos incluir exámenes sicofísicos para los que van a sacar la libreta de conducir. Y en segundo lugar ahora estamos atendiendo el postsiniestro del tránsito. A partir de esto se creó la red de víctimas de accidentes de tránsito, con el objetivo de fomentar y ser capaces de dar respuestas”.
Consultada respecto a cuál es el comportamiento de los uruguayos en el tránsito evaluó que “nosotros vemos que no hay respeto a la norma. La trasgresión en el tránsito como comportamiento es constante. Existe una creencia en el uruguayo sobre que ‘a mí no me va a pasar’. Desde la Unasev queremos hacer hincapié en eso, para que la gente tome conciencia de los riesgos, de lo importante del conocimiento de las reglas y de saber manejar las emociones en el momento de conducir el vehículo”.
Este es precisamente uno de los aspectos a tener en cuenta como un elemento sicológico componente de la ecuación –si así se le puede llamar—que resulta en el tránsito que vivimos y sufrimos todos los días, y que es inherente a la condición humana, que a la vez tampoco es un elemento puro, sino que responde a estímulos, sanciones, controles, incluyendo la sensación de impunidad y naturalmente, la educación en valores que se recibe en el hogar, en los centros docentes, en la propia sociedad.
Así, una de las propuestas, y que se ha ejecutado en mayor o menor medida, para contribuir a reducir la siniestralidad y el comportamiento de riesgo en el tránsito, refiere a elevar las exigencias para obtener el carné de conducir, incluyendo cuestionarios más vigentes en cuanto a situaciones que se presentan, conocimiento de los normas de circulación, señalización y consecuencias de no respetarlas, entre otros aspectos.
Pero el quid de la cuestión, el aspecto sicológico a que se refiere la profesional, no puede estar incluido en estas exigencias, desde que el verdadero examen lo va a dar en su comportamiento por las calles sanduceras, y a éste no hay quien hasta ahora pueda tomarlo a priori.
Es decir que pese a tener pleno conocimiento de las normas, derechos, deberes, sanciones, no hay como medir la imprudencia, la intolerancia, el sentido de impunidad, la falta de respeto por los derechos de los demás y la generación de factores de riesgo –incluyendo la ingesta de bebidas alcohólicas-- para terceros, no ya para la vida propia, a lo que además contribuye la escasez, lo errático de los controles y las infracciones que realmente se tiende a sancionar por el cuerpo inspectivo, cuando éste actúa.
Lo señala bien la experta cuando sintetiza, al ser preguntada sobre a qué se debe la trasgresión constante en el tránsito, que “creemos que corresponde a lo que se vive en el país en general. Hoy en día tenemos una pérdida de valores, ‘el otro’ ya no juega el papel que jugaba antes. Queremos recobrar el valor de la vida del otro, reconstruir los valores que se han perdido. Y al perderse en la sociedad se pierde en el tránsito”.
En buen romance, el caos en el tránsito refleja simplemente aquello en lo que se ha convertido la sociedad, la degradación de valores, los inmediatismos y vivir el momento, el actuar desaprensivamente porque además de cada cien transgresiones, solo una es detectada y en un porcentaje aún menor sancionada, y porque además hay un cuerpo inspectivo que se ocupa de las “chiquitas” y se apunta a la multa fácil de aplicar y no a los reales transgresores que ponen en riesgo su vida y las de los demás en cada maniobra en las calles sanduceras.
Esta conjunción de elementos negativos tiene a su vez posibles respuestas, que podrían sintetizarse en un intento de control inteligente, que ha faltado hasta ahora, y también sin el “inteligente”, que en realidad se traduce por hacerlo racional y aplicando el sentido común.
Iliana Poloni considera que “como en el tema de la educación, cuando una persona transgrede no lo hace solo en el tránsito, es una conducta transgresora que se manifiesta en todas las áreas de la vida, lo que falta es conciencia. Los conductores imprudentes no se dan cuenta de los riesgos, que pueden matar o ir presos”.
Nosotros creemos que sí, que se dan cuenta en la mayoría de los casos, pero que no le dan verdaderamente importancia. Pero hay que hacer que les importe, o en su defecto impedirles conducir cualquier vehículo por mucho tiempo, o de por vida.


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