Opinion | 25 Ene Las fiestas populares, en especial aquellas que están relacionadas con la identidad de un lugar, son espacios de efervescencia cultural que deben ser protegidos, apoyados y desarrollados. Suele tratarse de instancias de gran significación afectiva, de recordación histórica o importancia social en la que, de diferentes modos, se entrecruzan valores, conocimientos, creencias, tradiciones y memorias.
El carnaval, que se convirtió en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por decisión de la Unesco en el año 2009, será ahora objeto de atención académica al crearse a través de un acuerdo entre la Intendencia de Montevideo, la Unesco y la Universidad de la República una Cátedra Unesco de Carnaval y Patrimonio.
La misma tendrá como objetivo la conservación del carnaval como patrimonio cultural intangible, sistematizando la investigación de esta fiesta popular desde un enfoque interdisciplinario, así como estudiando el impacto económico y sociológico de esta tradicional fiesta popular.
De esta manera una tradición ancestral y que ha acompañado en su existencia la evolución de la sociedad uruguaya, adoptando características propias y diferentes de otras fiestas populares similares que llevan el mismo nombre en otros países –incluso con diferencias entre Montevideo e Interior--, se asegura un estudio y reflexión sobre la práctica así como una legitimación institucional que se suma a la social.
Mucho gira alrededor del carnaval uruguayo, que se promociona como el más largo del mundo. Ese sustrato cultural está siendo aprovechado de múltiples maneras ya sea como elemento para la captación de turistas, fuente de ingresos temporales, etcétera. Es de esperar que la nueva mirada sobre el carnaval, proveniente de la academia, sirva para sumar en el fortalecimiento de esta fiesta popular, sin acartonarla y siendo fiel a su esencia de expresión genuina, acervo cultural y seña de identidad.