Opinion | 02 Feb Se cumplieron 22 años del fallecimiento de Eduardo Franco, voz y compositor de “Los Iracundos”, el grupo musical que en buena medida puso el nombre de Paysandú en el mapa de millones de personas a lo largo y ancho de Latinoamérica, donde con sus canciones simples, sus letras románticas y su base musical sencilla, lograron un éxito no soñado en sus primeras tertulias en el Cine Club Paysandú.
La historia de estos sanduceros es la de aquellos que construyen un sueño trozo a trozo, y que recién entonces van tras de el. Estos jóvenes, riendo, disfrutando de la vida apenas floreciendo, se dieron cuenta que había algo más que los unía: la música. Uno comenzó a estudiar guitarra, otro piano, otro contrabajo, otro reunió dos taburetes y con dos palillos inició el camino en la batería. Y quien llegó último se hizo cantor y más adelante se descubrió a sí mismo como un compositor sin par.
Unidos por un sueño, sin casi nada más que sus ganas y sin aun tener un propósito claro, iniciaron con paso inseguro, pero con un talento innato que se puso de manifiesto desde el mismo génesis, un camino que ni ellos mismos soñaron que sería tan venturoso, pleno en éxitos, aplausos y triunfos.
“Los Iracundos” comenzaron a cantar prácticamente sin recursos, con instrumentos básicos, pero a puro talento se abrieron paso y lograron alcanzar un éxito sin par, que se mantiene aunque pasen los años.
Hoy, tres generaciones después, ciertamente el mundo “es otro”. Más estructurado, con mayor concentración de poder, con menos espacio para respirar en el mundo de los sueños y para caminar en busca de su desarrollo. Pero aun así, la enseñanza de “Los Iracundos” está ahí para ser tomada en cuenta y para buscar repetirla. No necesariamente en el campo de la música, en cualquier actividad. Sin proponérselo, ellos hicieron escuela. Soñaron, coordinaron esfuerzos sin superponerlos y poco a poco fueron en busca de lo soñado.
No se trata solo de soñar. Se trata también de saber cómo construir realidades, sin demasiadas certezas quizás, pero con el impulso del talento, las ganas de ser y la conciencia de que juntos es mejor.