Opinion | 28 Ene El año pasado once periodistas fueron asesinados en México y se registraron una decena de ataques contra edificios de medios de comunicación. En Honduras hubo nueve asesinatos, en Brasil dos y uno en Colombia. En Venezuela el gobierno de Chávez ha cerrado cinco televisoras y 34 radios. En Argentina los fondos públicos se utilizan para favorecer a determinados medios: en 2010 el 67,5% de la publicidad a televisión abierta fue para el Canal 9.
Todo esto y más, ha llevado a que la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) declare a 2011 como el Año de la Libertad de Expresión. La institución representativa del periodismo continental ha sido impulsada a esa declaración por la grave preocupación sobre el estado de la libertad de prensa en América.
El asesinato de periodistas ha sido en todo tiempo uno de los métodos crueles y extremos de quienes desde el poder, político o el que fuere, han procurado silenciar las voces irreductibles de quienes solo quieren comunicar la verdad que conocen. Pero gobiernos de todo color político han utilizado --y lo siguen haciendo-- los dineros públicos para beneficiar a la prensa amiga y, al mismo tiempo, perseguir a la independiente.
Uruguay no vive felizmente ninguna situación crítica, pero eso no quiere decir que no haya desafíos que enfrentar para defender la libertad de expresión, que obviamente no significa defender a los periodistas, sino el derecho que la nación tiene a una información veraz, seria, responsable y cierta, y diversa.
Paysandú no escapa a ese desafío. Los ataques a la libertad de expresión se dan de manera solapada, no directa, pero existen. Lo más común es el ocultamiento de información que en determinadas situaciones algunos referentes practican, ya sea no brindando la misma o negando la que es publicada. Esto se debe a que llevan adelante una actuación no del todo eficaz, y buscan cubrir con el silencio sus propios errores.
La tarea del periodismo no es otra que investigar y difundir de manera independiente y veraz las luces y las sombras. No es otra, pero es suficientemente importante. La herramienta es la libertad de expresión. La que defiende la SIP, lo mismo que los medios y los periodistas independientes. Y la que sirve a la sociedad toda. Que no merece otra cosa.